En Yemen cada diez minutos muere un niño por falta de alimentos, de medicamentos o por bombardeos, ha denunciado el teólogo yemení Yahya al Dailami. El conflicto que sigue en la península arábiga, que empezó en 2015, no es más que uno de los muchos conflictos que los medios de información y parte de la comunidad internacional parecen haber olvidado.
Tras el fin de la guerra fría hemos asistido al nacimiento de nuevos conflictos anómalos: tenemos que preguntarnos, ha dicho el indonesio Sin Syamsuddin, por qué estos conflictos y sus víctimas caen en el olvido. "La excusa es que no interesan a los lectores", ha admitido Jean Pierre Denis, director de La Vie. "Pero la realidad es que hay guerras mediáticas y otras que no lo son, guerras entre ricos y guerras entre pobres. Además, las guerras civiles son difíciles de explicar". Pero ¿cómo nacen estos conflictos de la era global? Los participantes en la conferencia "Las guerras olvidadas", en el ámbito del encuentro Puentes de Paz organizado por la Comunidad de Sant'Egidio en Bolonia, están de acuerdo: la religión no es el factor desencadenante de los conflictos en curso. Pero las mujeres y los hombres de religión pueden y deben hacer mucho para ponerles fin.
Al Dailami ha destacado que los yemeníes son un pueblo pacífico y acogedor pero una parte de la comunidad internacional ha visto en su país "solo un pozo petrolífero, una mina de oro o su posición estratégica". Por eso la guerra sigue en silencio. James Oyet Latansio, secretario general del Consejo de las iglesias de Sudán del Sur, ha recordado la tragedia de los civiles que se ven envueltos en las guerras. En aquel país, donde "tras la lucha por la libertado estalló una lucha por el poder: las mujeres son violadas y los niños, asesinados. Ayúdennos: una mano, dos manos pueden cambiar el rostro de Sudán del Sur".
Precisamente por este llamamiento, ha recordado Mauro Garofalo, la Comunidad de Sant’Egidio recuerda siempre en la oración los países en guerra, como hojeando un atlas. Hoy lo sabemos todo, las noticias viajan rápido, muchos conflictos ocupan durante tiempo las primeras páginas pero llega un momento en el que desaparecen, como ha ocurrido con Darfur. Hay que vencer esta globalización de la indiferencia. Pero también hay que explicar la complejidad del mundo. En Iraq, por ejemplo, una civilización milenaria ha quedado destruida por un conflicto que empezó por motivos estratégicos y geopolíticos cuyas primeras víctimas fueron los mismos iraquíes. Las religiones llaman a la paz y a la ética, ha recordado Abdulwahhab Ahmed al Taha al Sammaraee, portavoz de la asociación de juristas suníes iraquíes. Los problemas del país, ha añadido, se resolverán solo cuando se devuelva el país a sus habitantes.
Precisamente de la población ha nacido una fuerza que ha contribuido de manera decisiva a alcanzar la paz en Colombia, donde un acuerdo firmado en 2016 puso fin a 60 años de guerra. Una guerra que nació con características del siglo XIX (un conflicto por la tierra) continuó como un conflicto del siglo XXI (por el narcotráfico), ha destacado la activista colombiana Helena Useche. Las mujeres quisieron ser ya no solo víctimas sino protagonistas de este proceso. Por una paz que se basa en el perdón y en la reconciliación.
Realmente todos pueden participar en esta obra de paz, ha recordado Garofalo citando a Juan Pablo II. Un mundo mejor es posible, ha añadido Latansio, y podemos trabajar juntos. Este trabajo es necesario, ha afirmado Al Sammaraee, porque en este mundo global tenemos que pensar en un destino común en el que estamos unido por los mismos valores de humanidad. Cada uno puede ser portador de paz o de guerra, concluyó Syamsuddin. Es necesaria la energía de todos, religiosos y no religiosos, es necesaria la energía de las comunidades que aman la misericordia y la paz. "Somos optimistas", ha dicho, "y miramos hacia delante. Hay que perdonar la historia, pero no olvidarla”.