El 19 de noviembre se inauguró en Uagadugú, capital de Burkina Faso, una casa para ancianos de la Comunidad de Sant’Egidio.
Las dos primeras inquilinas son Marie y Angele, a la que todos llaman «mama».
La suya es una historia dramática, pero no muy diferente de la de muchas otras ancianas de Burkina: fueron expulsadas de su pueblo y acusadas de brujería porque las consideraban responsables de las «cosas inexplicables» como una mala cosecha o la enfermedad de un joven. Estuvieron a punto de morir y tienen marcas de ello en su cuerpo.
Marie, hablando durante la inauguración (en lengua local, el moré), dijo: «Gracias porque ahora vuelvo a tener una familia, la familia de Sant'Egidio que nunca me ha dejado», y terminó con un canto de acción de gracias.
Estaban presentes en la inauguración el nuncio apostólico, Piergiorgio Bertoldi, el alcalde, una representante del Ministerio de Acción Social y muchos amigos. Todos destacaron que la casa es un signo importante para una nueva cultura que una a jóvenes y a ancianos.
Marie y Angele empiezan una nueva vida y pronto llegará otras ancianas a la casa.