Viven en los márgenes de las carreteras, buscan comida y cobijo, algunos buscan en la basura algo que les sea útil, otros vagan por la ciudad pidiendo limosna. Son los niños de la calle de Goma, en el Congo. Jóvenes provenientes de las zonas rurales de Kivu del norte, que huyeron de los enfrentamientos armados cada vez más frecuentes y sobre todo de quienes quieren enrolarles por la fuerza en las milicias para convertirles en niños soldado. Tienen miedo de la guerra, huyen en búsqueda de paz.
El de los niños de la calle es un drama que se repite desde hace muchos años y que en varias ciudades del Congo va empeorando. Lo ha visto la Comunidad de Sant'Egidio de Goma, que hace años que lleva a cabo un servicio dedicado precisamente a ellos: cada semana los voluntarios de la Comunidad piden la ayuda de comerciantes y habitantes de la ciudad para recoger y preparar comida para los niños. Su número aumenta, sus edades van de los 4 a los 18 años, y también hay niñas. Necesitan protección, y para ellos la Comunidad busca hospitalidad, una casa, un lugar seguro para vivir.
La amistad con los niños de la calle empezó con Floribert Bwana Chui, joven de Sant'Egidio que trabajaba en el servicio a los más pequeños, hasta el día en el que fue asesinado por no ceder a un intento de corrupción. Diez años después de su muerte, la Comunidad de Goma continúa con pasión el trabajo de Floribert por los pobres y por la paz.