Este año hemos hablado varias veces de la llegada de refugiados sirios a través de los corredores humanitarios. ¿Cómo es ahora su nueva vida en Italia? En una carta nuestros amigos de la Comunidad de Sant'Egidio de Novara explican la historia de Antonios y de su familia, que llegaron a nuestro país el pasado diciembre.
Antonios y Julanar son cristianos que huyeron de Homs, asolada por los combates. "Destruyeron mi casa y mi taller de carpintería cuatro veces , y cuatro veces lo reconstruí para mi familia. - explica Antonios - Pero cuando me llamaron a filas, hui al Líbano. No quiero matar a nadie y no quiero dejar viuda y huérfanos. No quiero ir a la guerra".
Antonios y Julanar tienen dos niñas: Natali y Zein, que nacieron después del inicio de la guerra civil, nunca conocieron la paz.
En Novara fueron alojados en un apartamento que cedió gratuitamente una familia, una de las muchas familias de todo el país que generosamente abrieron su casa a los refugiados. Así se crea una red de amigos que se reparten los gastos y que ayudan a la familia siria, una parroquia se moviliza para encontrar recursos económicos y un trabajo.
Natali y Zein empezaron en seguida a ir a la escuela, los demás niños se disputaban ser los primeros en saludarles y en poquísimo tiempo han aprendido ya muchas palabras. También Antonios y Julanar se han puesto a estudiar, en la Escuela de Lengua y Cultura Italiana de Sant'Egidio.
Una semana después de llegar a Novara recibieron el primer regalo importante para las niñas, una mesita verde y dos sillas. Las niñas se sientan sin esperar ni un minuto, empiezan a escribir y a dibujar, y Antonios y Julanar estallan a llorar: tenían una igual en Homs, pero las niñas la utilizaban para esconderse cuando se asustaban por el ruido de la guerra.
Entre los amigos de la parroquia hay un carpintero que llamó a Antonios para darle una oportunidad con una beca de trabajo. Antonios es feliz: "En cuanto sentí el olor de la madera, me reanimé", y empieza a trabajar. "Ahora no puedo prescindir de él", explica con satisfacción el carpintero novarés al cabo de tres semanas.
De este modo, pocos meses después de llegar, esta familia que huyó de la guerra ha logrado rehacer su vida en paz, en un país nuevo, con una nueva lengua que cada vez es menos ajena, gracias a la amistad de la Comunidad y de muchas personas más. Una gran esperanza para el futuro.