Una fiesta con más de 20 nacionalidades –los niños de las Escuelas de la Paz de Berlín y sus familias, estudiantes: La fiesta fue la señal de una sociedad abierta y una invitación al encuentro.
En ocasión de los diez años de la Escuela de la Paz de Berlín, el sábado 8 de octubre, se celebró una gran fiesta popular en la central Hermannplatz de Berlín-Neukölln, con cientos de invitados. El barrio de Neukölln, donde la Comunidad de Sant’Egidio hace diez años que trabaja, tiene entre sus residentes a muchos inmigrantes; es un barrio multiétnico y en parte pobre donde la convivencia no siempre es fácil. La fiesta, que organizaron los Jóvenes por la Paz de la Comunidad de Sant’Egidio, fue un espacio de encuentro en el que los niños de la Escuela de la Paz y sus familias pudieron conocer a otros niños, estudiantes, ancianos, residentes del barrio y a muchos otros berlineses.
La alcaldesa de Berlín-Neukölln, la señora Giffery, en su saludo habló especialmente a los niños presentes y les animó a vivir de manera abierta el encuentro con las otras culturas también al llegar a adultos.
En el escenario se alternaron grupos musicales, juegos, cantos árabes, un espectáculo organizado por los niños de la Escuela de la Paz y muchos discursos de niños, refugiados y ancianos. Además de todo eso había muchas casetas donde los niños podían jugar y comer dulces.
Jasmin de Neukölln explicó qué significa para ella la Escuela de la Paz: “Cada semana mis amigos mayores me ayudan a estudiar, hacemos excursiones y nos divertimos mucho. Pero lo mejor de todo es que me escuchan. Puedo explicárselo todo... Tenemos amigos también en Malaui y en Cuba... Me gusta mucho estar en la Escuela de la Paz. Nunca me habría podido imaginar tener tantos amigos en el mundo”.
Fue muy significativa la presencia de la nueva Escuela de la Paz que han empezado los Jóvenes por la Paz en un campo de refugiados en el barrio berlinés de Hohenschönhausen. Nazanin, una niña afgana, explicó a los presentes cómo huyó a través de Irán y Turquía en dirección a Europa. Fue un viaje que significó atravesar también el Mediterráneo en una barca junto a sus padres y su hermana menor. Sobrevivieron al viaje y ahora intentan establecerse en Alemania.
Sin embargo, muchas personas que huyen mueren por el camino o en el mar. Por eso la Comunidad de Sant’Egidio ha puesto en marcha los Corredores humanitarios que permiten que quien huye pueda llegar de manera segura a Europa. Un espacio de la fiesta estaba dedicado a la presentación de este proyecto que ha permitido que hasta hoy algunos cientos de refugiados que huyen de zonas de guerra se establezcan en Italia.
Los niños no quieren muchos entre países y entre jóvenes y ancianos; así lo dijeron claramente Sinthu y la señora Zimiok. Sinthu, que había ido de pequeña a la Escuela de la Paz y ahora es una de los Jóvenes por la Paz, explicó sus visitas a una residencia para ancianos de Berlín, donde rápidamente nació una amistad con la señora Zimiok, que vive allí. También la señora Zimiok explicó su amistad con Sinthu y la alegría con la que espera cada visita.
Al finalizar la fiesta cada niño escribió una deseo en una nota de papel que luego se elevó hacia el cielo atada a un globo. Majed, de Siria, expresó un deseo especial a todos los presentes: “Cada día oímos lo que pasa en Alepo y en toda Siria. Eso me duele mucho. Es mi país. Es terrible. Tengo un deseo que quizás los berlineses pueden entender mejor que nadie: que los hombres no construyan más muros y que se encuentren para conocerse y que todos podamos vivir juntos en paz sin mirar el país de origen de cada uno, el color de la piel o la religión que profesamos. Ese es mi deseo”.