Leros es una pequeña pero hermosa isla griega del Dodecaneso, que no está muy lejos de la costa turca de Bodrum. Es un lugar de vacaciones, pero en los últimos años, también se ha convertido en etapa de los emigrantes que huyen de Oriente Medio.
El lugar es tristemente famosa por la presencia de centros de «reeducación» para los disidentes del régimen de los coroneles y por la presencia de un enorme hospital psiquiátrico, que en 1992 todavía tenía 1100 ingresados en condiciones inhumanas.
Actualmente, en la zona donde se levantaba el hospital ahora abandonado, se ha abierto un punto donde se han instalado contenedores para 650 sirios, iraquíes (muchos yasidíes), paquistaníes, afganos y somalíes.
A poca distancia una ala del antiguo hospital alberga a cien personas de los grupos más vulnerables: ancianos y algunas familias.
En ambos lugares hay multitud de niños. La situación es difícil entre otras cosas por la larga espera (algunos están allí desde hace 5 meses). Los niños no van al colegio, solo una maestra yasidí ha organizado una clase. Algunas asociaciones de voluntarios y ONG ayudan como pueden.
Allí desembarcó hace algunas semanas una alegre comitiva de familias de la Comunidad de Sant'Egidio: padres, niños, adolescentes que buscan sol, mar y descansar de verdad.o.
Y lo han encontrado. La presencia de los refugiados es evidente, en una isla tan pequeña. Así pues, ¿por qué no hacer del encuentro con ellos una ocasión de amistad, como es normal en el verano?
Las madres han organizado fiestas y copiosas meriendas para los niños: no solo para sus hijos, sino también para los de las familias refugiadas en el lugar. Un encuentro feliz que, sin muchos discursos, derriba muros mentales y reales.
El emigrante se convierte en el amigo con el que comes un helado, echas una carrera o hablas haciendo gestos. Y al final de las vacaciones, también los más jóvenes aprenden, sin darse cuenta, que acoger es una gran ventaja. «Mamá, ¿volveremos?»