El papa Francisco ha comido hoy en la Casa de Santa Marta, donde vive, con un grupo de 21 refugiados sirios que ahora viven en Roma, actualmente acogidos por la Comunidad de Sant'Egidio. Son las familias que llegaron a Italia tras la visita del papa Francisco a la isla griega de Lesbos. El primer grupo de refugiados llegó con el vuelo del Papa el 16 de abril; el segundo llegó a mediados de junio. Lo ha comunicado el director de la oficina de prensa de la Santa Sede, Greg Burke: «Tanto los adultos como los niños han podido hablar con el papa Francisco del inicio de su vida en Italia. Los niños le han regalado al Papa una recopilación de dibujos, y él les ha dado juguetes y otros regalos». Con Bergoglio estaban también el Sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor Angelo Becciu; Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, junto a otros miembros de la Comunidad; el comandante de la Gendarmería, Domenico Giani y dos gendarmes pontificios que han colaborado en el traslado de las familias a Lesbos.
Fue un momento de gran alegría para todos. Los refugiados se dirigieron al papa Francisco como a un padre: hablaron, algunos incluso en italiano, del drama de la huida de su tierra, destruida por la guerra. Vienen de Homs, de Alepo y de otras ciudades sirias. Tenían casa y trabajo (algunos incluso de alto nivel) y lo han perdido todo. Pero junto al dolor, está la alegría de poder explicar también una nueva vida en Italia, la integración que empezó ya el primer día de su llegada, la inscripción en la escuela de lengua y cultura italiana de la Comunidad de Sant’Egidio, y la inscripción de sus hijos en escuelas de Roma. Ahora viven en varias zonas de la ciudad, acogidos por Sant'Egidio y la red de acogida que se ha creado a su alrededor: en una curiosa carrera de solidaridad, congregaciones religiosas y particulares han ofrecido algunas casas.
El papa Francisco ha escuchado sus historias mientras los niños, hijos de los refugiados, jugaban por Santa Marta, algunos incluso en la cocina, en un ambiente alegre y acogedor. La pequeña Qudus, de 9 años, ha cantado una canción para Francisco, y, junto a los demás niños le ha regalado al Papa una colección de dibujos que representan la vida que han dejado atrás, las heridas de la guerra, y también la esperanza de la nueva vida que han empezado en Italia. En sus dibujos, representan al papa Francisco como una mariposa: tiene alas como el avión que les ayudó a volar lejos de la guerra. Todos los adultos explicaron que Siria, antes de la guerra, era una tierra de convivencia, donde las relaciones entre cristianos y musulmanes eran cotidianas y no eran fuente de grandes problemas. El Papa, que escuchó atentamente sus historias, habló de la «amada Siria».
«Nosotros solo queremos la paz, que termine pronto la tragedia que está viviendo nuestro pueblo», repitieron los refugiados, algunos de los cuales ya han logrado el estatus de refugiado. Al final, Suhila, una mujer de 50 años, manifestó en nombre de todos su agradecimiento al Papa.