Hay tendencias, también en Europa, hacia las denominadas “democraturas”, pero la voluntad de participación y representación es más fuerte. Hay que estar atento a no orientar algunos datos hacia una interpretación autoritaria. Marc Lazar, historiador y sociólogo francés, puso de manifiesto en el encuentro “Imaginar la paz”, que está en curso en París por iniciativa de la Comunidad de Sant’Egidio, que “según el barómetro de la confianza política, casi uno de cada dos polacos, más de un tercio de los italianos, de los alemanes y de los franceses, considera que sería muy positivo tener un líder fuerte que no deba preocuparse del Parlamento y de las elecciones”. Lazar refirió también que “una pequeña minoría de alemanes, italianos y polacos, e incluso casi uno de cada cuatro franceses, acepta la idea de que el ejército pueda gobernar su país”. Pero ese deseo de aumento de la autoridad no significa una búsqueda de autoritarismo, porque no es un deseo unívoco. De hecho, emerge con fuerza una petición de participación. “El 78% de los polacos, el 71% de los franceses, el 70% de los alemanes y el 67% de los italianos consideran que ‘la democracia funcionaría mejor si los ciudadanos participaran directamente (peticiones, sorteo) en todas las grandes decisiones políticas”. Una clara mayoría de polacos, italianos, alemanes y franceses cree que el funcionamiento de la democracia mejoraría “si las organizaciones de la sociedad civil (asociaciones, sindicatos) estuviera más implicada” en dichas decisiones. Además, el 51% de los franceses, el 58% de los italianos, el 72% de los polacos y el 77% de los alemanes declaran que tienen interés en la política. Estos datos ponen de manifiesto una demanda cada vez mayor de democracia participativa que, según Marco Lazar, debe encontrar nuevas formas. Es una petición no solo europea y occidental: empieza también en África.
El cardenal Fridolin Ambongo, arzobispo de Kinshasa, recordó el apyo de la Iglesia católica al desarrollo de la democracia en África, empezando por su país, la República Democrática del Congo. Para el cardenal hoy hacen falta instituciones fuertes, mientras que “el recurso a hombres fuertes es una simplificación”. Hoy, sin embargo, se prefiere escuchar y seguir “los gritos de un comandante de locos”, antes que “las palabras comedidas de los sabios”. El desafío de la democracia en nuestro tiempo es precisamente ese: permitir que la voz de los sin voz, la voz de un hombre pobre pero sabio, pueda ser escuchada y tener un valor: “Mientras exista esta posibilidad, habrá una posibilidad de que el mundo entero se salve”.
Para Donatella Di Cesare, profesora de filosofía en La Sapienza de Roma, sería “un error creer que sangre y suelo sean espectros del pasado. Hoy vuelven a prosperar gracias a nuevas artimañas. Se prohíben los extranjeros y los migrantes en nombre de la presunta homogeneidad de los habitantes, hijos de su suelo, hermanos –sin hermanas–, todos miembros de la progenie patrilineal, a la patria y a su orden. Pero la democracia que quiere naturalizar, que quiera arraigar en un despliegue de banderas autóctonas ya no es democracia. Es etnocracia, es decir, una de las patologías totalitarias de la democracia. Porque el pueblo es una forma política dinámica que se recompone constantemente”.