Estamos en el corazón del congreso de Bolonia, “Puentes de paz”, aquí en la Piazza Maggiore, delante de la Basílica de San Petronio, donde tiene lugar la ceremonia final de este gran congreso internacional, e interreligioso, ecuménico, donde muchos han encontrado una manera de hablar, de traer sus experiencias, y donde muchos, sobretodo han expresado la necesidad de construir nuevos puentes de paz para este mundo. Lo han expresado aquellos que viven y que se sienten minorías en muchos países para los cuales los puentes no son una opción sino una necesidad. Lo ha dicho quien vive en situaciones donde la globalización ha creado nuevos escenarios y cuando se construye un puente siempre hace falta pensar en otra orilla, o sea, al hecho de que al otro lado del rio hay otras personas diferentes de nosotros, que solo el puente vive en la diversidad y une las diversidades y crea nuevas posibilidades de vida juntos y, sobretodo, de vida en paz. Pero sobretodo me parece que estos días nos han dicho algo.
Caminamos y tenemos que caminar, tenemos que trabajar para una unidad espiritual de nuestro mundo. Hasta el momento hemos construido una unidad económica, comercial, de transportes. Nos movemos de un lado a otro del mundo con gran libertad, pero hacen falta valores para estar unidos, hace falta una unidad espiritual. Esta es la pregunta que emerge de estos días en Bolonia. Muchos puentes entre los cuales quisiera señalar uno: aquél hacia nuestra madre tierra, hacia la creación. Desde Bolonia surge un mayor compromiso de los creyentes de todas las religiones, junto a los humanistas, para trabajar más por el bien de nuestra Tierra, para proteger el medioambiente donde vivimos, porqué solo así la familia humana podrá tener un futuro teniendo en cuenta lo espiritual, los valores, pero también nuestra madre tierra.