Los migrantes, con su ansia de integrarse, están en el corazón de la Comunidad de Sant'Egidio desde que, a finales de los años setenta, empezaron paulatinamente a tener una presencia significativa en la sociedad italiana.
El 22 de mayo de 1979 unos desconocidos prendieron fuego a un refugiado somalí llamado Ali Jama mientras dormía entre sus cartones en el sagrado de una antigua iglesia cerca de la plaza Navona de Roma. Su trágica muerte nos hizo reflexionar sobre la presencia de los primeros inmigrantes en Italia. La Comunidad organizó una vigilia ciudadana y le pidió a Juan Pablo II, que era pontífice desde hacía pocas semanas, que recordara a aquel hombre desconocido. El Papa aceptó la invitación y el 27 de mayo, durante el Ángelus, recordó, junto a Ali, a todos los migrantes.
Desde entonces hemos conocido a muchos, de distintas nacionalidades y proveniencias. Hoy muchos de ellos, tras finalizar un itinerario, son «nuevos italianos» y «nuevos europeos». Un buen número de ellos han obtenido la nacionalidad y viven, trabajan y piensan en su futuro en el país donde residen con su familia. Lo mismo sucede en otros países europeos donde la Comunidad está presente.
El primer paso es acoger a quien llama a nuestra puerta porque huye de su país. Pero al mismo tiempo proponemos, de inmediato, un itinerario que prevé, como primera etapa fundamental, el aprendizaje de la lengua. Las Escuelas de Lengua y Cultura, que nacieron en 1982 y a las que hoy asisten miles de estudiantes en Italia y en otros países europeos, son la clave para comprender el país al que uno llega y para participar social y relacionalmente en el mismo, mientras que el movimiento Gente de Paz, del que forman parte personas de todas las nacionalidades, contribuye a crear una red que protege de la tentación de crear divisiones y de cerrarse en una identidad. Asambleas, encuentros y conferencias, dentro y fuera de las escuelas, permiten fomentar la inclusión social porque hacen que también los ciudadanos del lugar se familiaricen con quien viene de lejos. En ese sentido las escuelas y el movimiento creen firmemente en la lucha contra toda forma de racismo y exclusión, y fomentan el encuentro entre mundos distintos que están destinados a convivir.
Tras el naufragio de Lampedusa y las continuas tragedias en el mar, con miles de víctimas en búsqueda de esperanza –y en la estela de lo que el papa Francisco ha pedido repetidamente (“Acoger, proteger, promover e integrar”)– la Comunidad de Sant'Egidio empezó en febrero de 2016 los Corredores Humanitarios, en colaboración con las Iglesias protestantes italianas. A finales de 2017 ya habían logrado que llegaran a Italia procedentes del Líbano más de mil refugiados sirios con un proyecto totalmente autofinanciado. Nació así un modelo de acogida e integración, que Francia y Bélgica han replicado, y que Europa toma cada vez más como ejemplo. La Comunidad ha impulsado muchas otras iniciativas para favorecer la integración, que, junto a la construcción de la paz, es considerada como uno de los mayores desafíos del mundo globalizado.