ORACIÓN CADA DÍA

Oración con María, madre del Señor
Palabra de dios todos los dias

Oración con María, madre del Señor

Recuerdo de la oración por los nuevos mártires del siglo XX presidida por Juan Pablo II, durante el Gran Jubileo de año 2000, en el Coliseo de Roma junto a los representantes de las Iglesias cristianas. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración con María, madre del Señor
Martes 7 de mayo

Recuerdo de la oración por los nuevos mártires del siglo XX presidida por Juan Pablo II, durante el Gran Jubileo de año 2000, en el Coliseo de Roma junto a los representantes de las Iglesias cristianas.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 16,5-11

Pero ahora me voy a Aquel que me ha enviado,
y ninguno de vosotros me pregunta: "¿Dónde vas?" Sino que por haberos dicho esto
vuestros corazones se han llenado de tristeza. Pero yo os digo la verdad:
Os conviene que yo me vaya;
porque si no me voy,
no vendrá a vosotros el Paráclito;
pero si me voy,
os lo enviaré: y cuando él venga,
convencerá al mundo
en lo referente al pecado,
en lo referente a la justicia
y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado,
porque no creen en mí; en lo referente a la justicia
porque me voy al Padre,
y ya no me veréis; en lo referente al juicio,
porque el Príncipe de este mundo está juzgado.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Para Jesús es hora de inaugurar el tiempo de la fe. No debemos pensar que este tiempo es más pobre que el de los apóstoles. El Espíritu Santo derramado en el corazón de los discípulos decide el tiempo de la Iglesia. Es el Espíritu el que sostiene a los discípulos, les consuela, les conforta, les custodia, les ilumina y les permite comunicar el Evangelio del amor para transformar el mundo. El Espíritu ayudará a los discípulos en los momentos difíciles que tendrán que afrontar. El Espíritu "convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio". El evangelista imagina como una gran asamblea en la que se revela, se desenmascara, el mal que actúa en el mundo para destruirlo. Es la tarea que los discípulos deben vivir dejándose guiar por el Espíritu. Es necesario consumir sus ojos en escrutar el mundo y la historia a la luz de las Escrituras con la ayuda del Espíritu para poder detectar el mal que actúa en el mundo y derrotarlo y emprender los caminos del amor que salvan al mundo. Esta es la grave y fascinante tarea que todavía hoy tienen los cristianos: ser profetas que desenmascaran el mal y que, ante todo, muestran el camino del bien con su ejemplo. Uno de ellos, el arzobispo Óscar Romero, sigue hablando hoy. Leía la dramática historia de su tiempo a la luz de la Palabra de Dios. Por supuesto, le costó el martirio, pero su testimonio sigue siendo hoy tan valioso como siempre. Ante las acusaciones que se le hacían, respondía que lo único que hacía era leer la historia a la luz del Evangelio: "La Palabra es como el rayo de sol que viene de lo alto e ilumina. ¿Qué culpa tiene el sol cuando su luz purísima encuentra charcos, excrementos, basura en esta Tierra? Debe iluminar estas cosas, de lo contrario no sería sol, no sería luz, no resaltaría lo feo, lo horrible que existe en la Tierra".

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.