ORACIÓN CADA DÍA

Oración por los enfermos
Palabra de dios todos los dias

Oración por los enfermos

En la basílica de Santa María de Trastevere se reza por los enfermos.
El pueblo romaní, incluso el de fe musulmana, celebra San Jorge (+ 303 ca.), que murió mártir para liberar a la Iglesia.
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Libretto DEL GIORNO
Oración por los enfermos
Lunes 6 de mayo

En la basílica de Santa María de Trastevere se reza por los enfermos.
El pueblo romaní, incluso el de fe musulmana, celebra San Jorge (+ 303 ca.), que murió mártir para liberar a la Iglesia.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 15,26-16,4

Cuando venga el Paráclito,
que yo os enviaré de junto al Padre,
el Espíritu de la verdad, que procede del Padre,
él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio,
porque estáis conmigo desde el principio. Os he dicho esto
para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas.
E incluso llegará la hora
en que todo el que os mate piense que da culto a Dios.
Y esto lo harán
porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he dicho esto
para que, cuando llegue la hora,
os acordéis de que ya os lo había dicho.
«No os dije esto desde el principio
porque estaba yo con vosotros.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Señor vuelve para tranquilizar a sus discípulos: es cierto que pronto se separarán, pero ya no para estar lejos. El amor de Jesús, podríamos decir el amor cristiano, no termina con el fin de la cercanía física. Jesús mismo pide a los discípulos que, después de la Pascua, se confirmen mutuamente en la fe y testimonien al mundo el amor que les ha unido a él y que sigue guiándoles por sus caminos. El amor que el Señor derrama en sus corazones desciende, en efecto, de lo alto; no es fruto de su esfuerzo; es un don especial de Dios, y es un amor extraordinario: se multiplica viviéndolo y se encoge hasta acabarse si no se practica. Él les dice: "Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí". El Espíritu del amor que viene del Padre es transmitido a los discípulos por el Hijo. Su fuerza suscita una amistad y un afecto que les une con tal firmeza y fuerza que son capaces de dar testimonio de la misma fuerza del Espíritu. El testimonio de este amor por parte de los discípulos suscitará siempre contraposición y hostilidad, les advierte Jesús, por parte de quienes no le conocen. Y los enemigos tratarán de poner en peligro la propia vida de los discípulos. Esta es la triste realidad de las persecuciones que aún hoy sufren los creyentes. Pero los discípulos no deben tener miedo. El Señor no abandona a los suyos a su suerte. Por supuesto, los discípulos siguen teniendo una gran responsabilidad: la de comunicar el Evangelio del amor a este mundo nuestro, para que se aleje del mal y del pecado y encuentre el camino de la salvación.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.