La insistente petición de los detenidos por tener un coloquio es una de las primeras cosas que sorprende a quien entra en la cárcel. Algunos presos nunca reciben visitas y no tienen ocasión de hablar con alguien ajeno a la institución penitenciaria. Son las personas que han perdido los lazos con su familia o que están detenidos en localidades alejadas del lugar donde viven sus parientes. Nuestras visitas asumen en ese caso una importancia fundamental sobre todo para aquellos que no tienen a nadie que vaya a verles.
En la cárcel hemos conocido de manera directa el sufrimiento a veces intolerable de los presos y el tormento de los parientes. La reclusión de la cárcel, la lejanía de los seres queridos y la inactividad forzada provocan un gran desasosiego. El detenido vive esperando el “fin de la pena”. Hay personas que están en situación de “expulsión” del tejido social, del contexto familiar y, sobre todo, carecen de perspectivas reales de rehabilitación y reintegración. Ancianos, adultos y jóvenes quedan marcados como delincuentes, y esa marca es difícil de borrar. Con el paso del tiempo la cárcel deja un juicio indeleble, un poco como aquellos tatuajes que por aburrimiento o por costumbre los presos se hacen en la piel.
Esta difícil situación afecta a menudo también a quienes trabajan dentro del recinto penitenciario. Es una incomodidad que se ve claramente en las instituciones totales, que minan las relaciones entre los hombres y deterioran las capacidades relacionales con efectos de enajenación de la sociedad exterior. La presencia de personas ajenas al mundo de la cárcel condiciona positivamente el ambiente cerrado de la institución e introduce un clima de serenidad.
La correspondencia
Es un aspecto importante de la vida de quien está encerrado. Siempre ha representado una forma de libertad del pensamiento y de la expresión de los afectos, y ayuda a hacer que la cárcel mantenga la humanidad. Esta forma de comunicación todavía está muy extendida, al menos entre los detenidos alfabetizados. Poder escribir una carta o un diario es de algún modo como tener un poco de libertad, y por eso es fundamental tener papel y bolígrafo. Algunos presos a los que vamos a ver cada semana nos escriben al día siguiente de la visita. Además, recibir una carta significa que alguien que está lejos te recuerda, significa saber que eres importante para alguien y el valor de la carta significa un contacto con el mundo exterior.
En los últimos años varias personas de la Comunidad han establecido una relación epistolar con detenidos de todo el mundo. Esta correspondencia, que muchas veces surge cuando piden ayuda a la Comunidad para la defensa legal, se ha convertido también en ocasión de una intensa relación epistolar.
Muchos ancianos de la Comunidad mantienen correspondencia con personas encarceladas. Han surgido amistades singulares entre jóvenes detenidos y personas de edad muy avanzada. Esta experiencia está resultando ser un camino por el que se encuentran humanidades y generaciones distintas. Lo que explican los ancianos –su miseria, la guerra y los problemas de la vejez– hace que los más jóvenes descubran situaciones y sentimientos desconocidos. Por otra parte, para los ancianos la amistad con los detenidos representa una oportunidad para vivir nuevas energías afectivas y para transmitir a aquellos jóvenes, con vidas difíciles y solas, sentimientos de materna comprensión.