En Europa las escuelas de la paz a menudo se dirigen a menores en dificultad que viven en las grandes periferias urbanas. Se trata también de chicos muchas veces "atraídos" por la violencia y por los grupos conflictivos, con problemas familiares, de carencia afectiva y económica, de hijos de inmigrados con dificultad de integración.
Desde Roma a Amberes, a Barcelona, a París, a Würzburg, las escuelas de la paz ayudan en el crecimiento de generaciones de chicos, previniendo su exclusión del circuito escolar y favoreciendo su plena inserción en la sociedad.
Las escuelas de la paz se presentan como una respuesta al malestar juvenil que cada vez más, en las sociedades occidentales con alta tasa de bienestar y desarrollo, se expresa en el crecimiento de la desorientación y de las pandillas juveniles. Cada vez más a menudo los medios de comunicación mencionan noticias de menores como protagonistas de hechos de crónica o implicados en episodios de microcriminalidad. Se constata, en efecto, una falta de valores, una ausencia de perspectivas, un "vacío" de propuestas para los más jóvenes, en la que los niños y los adolescentes se ven obligados a crecer, un vacío llenado a veces por los videojuegos, por la televisión, por el ordenador, entre consumismo y modas creadas por la publicidad.
La superación de este vacío es uno de los desafíos más importantes para nosotros. Por eso las escuelas de la paz de Sant'Egidio se proponen como lugares afectivamente significativos para los niños y los adolescentes, capaces de transmitir, a través de una pedagogía específica, los valores necesarios para el desarrollo de la personalidad. Aprender a abrirse a los demás, jugar con gente de su edad, escribir cartas a amigos lejanos, en un modo no escolar pero no por ello menos eficaz, crea solidaridad e interés por los otros, estimulan el conocimiento de los problemas del mundo y el compromiso por la justicia. El reconocimiento de situaciones de injusticia cercanas y lejanas son la base de un compromiso que los niños, desde muy pequeños, son capaces de vivir, a diferencia de lo que se puede creer. Los niños, y sobretodo los más jóvenes, quieren asumir responsabilidades, ocuparse con continuidad y amor de lo que (situaciones, personas, etc.) necesita cuidado y atención.
El respeto hacia todos, pero especialmente hacia quien se encuentra en dificultad, es uno de los valores educativos que las escuelas de la paz se empeñan en comunicar a los niños y a los adolescentes. Comprender al otro (tanto al inmigrante como al vagabundo …) en su diversidad, conocer su historia, entender sus dificultades, reconocer su valor es una actitud nueva que nuestros niños y adolescentes aprenden, saliendo de un universo cultural reducido y a menudo intolerante.
En dicho contexto educativo y afectivo, es nuestra experiencia, el niño y el adolescente hallan la seguridad de una referencia afectiva que sea capaz de conducirlo y de dirigirlo en su camino y en la consolidación de su personalidad y da valor a sus capacidades humanas y culturales. Sólo así encontrarán la fuerza de huir de tantos riesgos de marginación que se encuentran por delante.
En las escuelas de la paz hay niños de diferentes nacionalidades y etnias, junto a niños gitanos.
Particularmente en Italia y en España, para los niños gitanos, la escuela de la paz constituye un lugar de crecimiento muy importante, para favorecer su integración por el apoyo a la inserción escolar, la educación sanitaria y alimenticia, el sostén a la familia, la ayuda a las familias extranjeras.