Aquellos cristianos que fueron asesinados porque no renegaron de su fe

Desde Haití hasta el Congo, los nuevos mártires, en muchos casos laicos y muy jóvenes, hablan con fuerza a nuestro corazón

En muchas partes del mundo los cristianos siguen muriendo. Son asesinados en situaciones de increíble caos, como en Haití. Allí hay bandas armadas y grupos criminales que tienen el poder absoluto en sus zonas de influencia: «Es un todos contra todos», ha declarado la misionera laica Maddalena Boschetti. En la capital, Puerto Príncipe, recientemente han sido asesinados dos misioneros evangélicos americanos de poco más de veinte años y el responsable de un orfanato. 

Hace dos años asesinaron a Luisa Dell’Orto, hermanita del Evangelio, que se quedó en el país para dar testimonio de su afecto por un pueblo rehén de la violencia. Los cristianos son asesinados porque son una alternativa humana y evangélica para quienes han convertido la violencia y el robo en la realidad de su vida. 

Pero los caídos no son solo misioneros, sino también cristianos corrientes, como los que fueron asesinados en el Kivu, la atormentada región del Congo. Catorce cristianos, muchos de ellos jovencísimos, fueron asesinados por las denominadas Fuerzas Aliadas Democráticas (AFD), un grupo armado afiliado al Estado Islámico. 

Un vídeo que difundió el grupo yihadista muestra que se propuso a las víctimas convertirse al islam para salvar su vida. Se negaron firmemente. El grupo islámico practica el tráfico ilegal de oro, cacao y madera de calidad en una región que es una mina a cielo abierto. El modus operandi de los grupos yihadistas de África suele incluir la propuesta de conversión a los cristianos, una práctica que da cobertura ideológica y cohesión a las actividades terroristas. 

Hace dos años el movimiento yihadista del norte de Mozambique asesinó a una religiosa de 83 años, Maria De Coppi, durante el asalto a una misión. Aquel movimiento, que también está afiliado al Estado Islámico, declaró que la monja se dedicaba «en exceso a difundir el cristianismo». La religiosa no había querido abandonar Mozambique, donde trabajaba desde hacía 59 años, a pesar de su edad y del peligro de incursiones terroristas que hace tiempo que afligen el norte del país. Había unido su vida a los mozambiqueños, y murió entre ellos. 

Estos son los mártires de nuestro tiempo. A pesar de la edad, de la fragilidad y de la falta de defensas, permanecen al lado de un pueblo necesitado

O, como en el caso de los caídos en el Kivu, se mantienen fieles a la fe hasta el final. La Iglesia de este tiempo global sufre persecuciones, como en los primeros siglos, y tal vez más que entonces. El papa Francisco lo ha recordado en varias ocasiones. 

El testimonio del martirio no debe perderse. Para el jubileo de 2025 Francisco ha propuesto que una comisión para los nuevos mártires recopile las historias de los caídos por la fe y por el amor en el primer cuarto del siglo XXI. Ha escrito: «Los mártires de la Iglesia son testimonios de la esperanza que deriva de la fe en Cristo e incita a la verdadera caridad». 

Durante el Año Santo habrá una celebración memorial de los nuevos mártires, porque la vida y la muerte de estas mujeres y de estos hombres cristianos nos hablan con fuerza a todos. Muestran un camino que no es vivir para uno mismo, sino para los hermanos y para el Señor. 

El padre André Jarlan, que era misionero francés en Chile y fue asesinado en 1984, afirmaba: «Los que hacen vivir son los que dan su vida, no los que la quitan».

 

Artículo de Andrea Riccardi en Famiglia Cristiana del 9/6/2024

[Traducción de la redacción]