“La auténtica vía de salida de la guerra de Ucrania pasa por una negociación”, ha declarado recientemente monseñor Paul Richard Gallagher, “ministro de exteriores” de la Santa Sede, haciéndose eco de las palabras que el papa Francisco ha dicho en varias ocasiones. Pero ¿cómo llegar a las negociaciones? Hasta ahora la comunidad internacional se ha enfrentado –y a veces se ha rendido– a esta pregunta. No se han empleado muchos recursos diplomáticos para detener la masacre, especialmente en Europa.
El Papa ha alentado acciones humanitarias y ha hecho todo lo posible para mantener un canal abierto. Ese fue el sentido de la misión que confió al cardenal Matteo Zuppi. La Iglesia sabe que hay que preparar el terreno para el encuentro entre las partes y por eso ha mantenido una puerta abierta cuando casi ninguno se atrevía a hacerlo. En otros ambientes se multiplican los discursos de oposición e incluso de odio, respaldados por la aparente total falta de voluntad de negociar, tanto por parte rusa como por parte ucraniana. Pero este rechazo no es una novedad: al inicio –sobre todo cuando el conflicto se intensifica– los beligerantes nunca son propensos a dar el primer paso hacia la negociación. El papel de la diplomacia es precisamente el de convencer a las partes de que es necesario hablar y de que el diálogo no es sinónimo de derrota.
Por eso la cumbre sobre la paz propuesta por Ucrania y organizada por la Confederación Helvética puede tener sentido y puede ser un primer paso, aunque sea solo inicial y limitado. La conferencia, de alto nivel, se celebrará los días 15 y 16 de junio de 2024 en Bürgenstock, en el cantón de Nidwalden. Inicialmente se había elegido Lugano, donde ya se celebró la Conferencia para la Recuperación de Ucrania en julio de 2022. Posteriormente, por motivos de seguridad, se optó por una localidad más aislada donde pudieran reunirse las más de 160 delegaciones invitadas.
El gobierno ucraniano quiere despertar más simpatías y dar a conocer su situación de país agredido. Por eso Kiev acepta hablar siempre que recupere sus territorios. Se trata de una posición que se ha propuesto repetidamente en estos años de guerra: se puede entablar un diálogo solo si Rusia se retira hasta las fronteras reconocidas internacionalmente, cuya violación puede ser un peligroso precedente para todo el mundo. Por eso no han invitado a Moscú, lo que ha provocado más de una pregunta: ¿cómo es posible dialogar sin que estén presentes ambas partes en conflicto? Suiza ha afirmado que quiere basar el encuentro en principios del derecho internacional: la conferencia se basará en la fórmula de paz propuesta por Ucrania pero también debatirá otras propuestas «conformes a la Carta de las Naciones Unidas y a los principios fundamentales del derecho internacional».
Esta afirmación pone sobre la mesa la propuesta de paz china de 12 puntos. Si China envía a la conferencia una delegación de alto nivel, será una señal relevante. La idea consiste en crear una plataforma compartida que determine los pasos necesarios para alcanzar una “paz global, justa y duradera”; ponerse de acuerdo sobre el marco normativo necesario para alcanzar dicho objetivo; y definir una hoja de ruta para que en el futuro las partes participen en un proceso de paz. Así pues, mucho dependerá de lo que quieran hacer los participantes: estarán presentes los representantes de los países miembros del G7, del G20, de los BRICS, de muchos otros estados de todos los continentes y de la UE, además de la ONU, la OSCE, el Consejo de Europa, el Vaticano y el patriarcado ecuménico de Constantinopla. Como repiten los diplomáticos suizos, se trata de «desarrollar elementos prácticos para definir las fases de un proceso de paz». Dicho de otro modo, la conferencia quiere establecer la base jurídica multilateral para una posible solución. Es una posibilidad que comparten Ucrania y una parte de los países europeos muy sensibles a dichos aspectos.
Como es sabido Rusia responde a dicho planteamiento diciendo que a principios de los años noventa Occidente mintió y no respetó los pactos, y que por eso habría que renegociar por completo el actual multilateralismo (con sus reglas internacionales). Incluso hay quien hoy lo considera una creación occidental creada expresamente para favorecer a los países del norte del mundo. La conferencia suiza quisiera reaccionar demostrando no solo que el multilateralismo no ha muerto, sino que es la mejor manera de fomentar la convivencia internacional. De hecho, se hablará de seguridad nuclear, de libertad de navegación y de seguridad alimentaria. Son cuestiones que preocupan a todo el mundo, mucho más allá del cuadrante del conflicto de Ucrania.
La Iglesia católica ha sido criticada en estos dos años de guerra por su presunta equidistancia entre las partes, es decir, por no haber distinguido suficientemente entre agresor y agredido. Pero la conferencia de Suiza demuestra que precisamente ese es el planteamiento que hay que asumir: cómo renunciar a lo que alimenta o mantiene la lógica de guerra y volver a reglas universalmente compartidas. En un contexto en el que el diálogo puede parecer imposible y la violencia de las armas imparable, ya es algo positivo que se intente impulsar, aunque sea solo en parte, la vía del encuentro.