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El 26 de enero se celebra el Domingo de la Palabra de Dios para poner al centro la Biblia durante todo el año

El domingo 26 de enero de 2025, la Iglesia celebra el Domingo de la Palabra de Dios, tal como determinó el papa Francisco en la carta “Aperuit illis” (que se publicó el 30 de septiembre de 2019, en ocasión de los 1600 años de la muerte de san Jerónimo, el santo estudioso y traductor de las Sagradas Escrituras): “Un domingo completamente dedicado a la Palabra de Dios, para comprender la riqueza inagotable que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo”.

“Un acto que dedica todo un domingo a hacer fiesta por la Palabra de Dios no es una decisión baladí –escribió Andrea Riccardi –. De algún modo es algo similar al Corpus Christi, una festividad muy arraigada en el sentimiento del pueblo cristiano y que fue instituida en 1264 por Urbano IV para aumentar la devoción por la eucaristía”. LEER TODO

Una perspectiva ecuménica

La fecha elegida para la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios es el III Domingo del Tiempo Ordinario. No es una simple coincidencia temporal, sino que la jornada se sitúa en el periodo en el que el pueblo católico es invitado a reforzar los lazos con los judíos y a rezar por la unidad de los cristianos.

Un fruto del Concilio

El Concilio, en la constitución dogmática Dei Verbum, recuerda: «La Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo...».
 

Para practicar la misericordia

Continúa la Aperuit Illis:: “Escuchar la Sagrada Escritura para practicar la misericordia: este es un gran desafío para nuestras vidas. La Palabra de Dios es capaz de abrir nuestros ojos para permitirnos salir del individualismo que conduce a la asfixia y la esterilidad, a la vez que nos manifiesta el camino del compartir y de la solidaridad”. La Palabra de Dios remite constantemente al amor misericordioso del Padre que pide a sus hijos que vivan en la caridad. La vida de Jesús es expresión plena y perfecta de este amor divino que no se queda nada para sí mismo, sino que se ofrece a todos sin reservas. La parábola del pobre Lázaro contiene una indicación preciosa a este respecto. Cuando Lázaro y el rico mueren, este último, al ver que el pobre está en el seno de Abrahán, pide que lo envíen a sus hermanos para que pueda advertirles para que vivan el amor hacia el prójimo y evitar así que también ellos sufran los mismos tormentos que él. La respuesta de Abrahán es tajante: «Ya tienen a Moisés y a los profetas; que les hagan caso» (Lc 16,29).