En un mundo marcado por conflictos, pobreza y desesperación, la cuestión de la migración y los refugiados está más que nunca en el centro de la atención mundial. Lamentablemente, una atención a menudo imbuida de indiferencia, cuando no de miedo e intolerancia. Para arrojar luz sobre las tragedias que acompañan las historias de muchos inmigrantes, la Comunidad de Sant'Egidio ha actuado en varias ciudades europeas, participando activamente en la 109ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. De Varsovia a Madrid, pasando por Marsella, la Comunidad quiso transformar las frías cifras de las estadísticas en historias, rostros y nombres conmovedores. Estos acontecimientos, celebrados de diferentes maneras pero con una sola voz, son un momento de recuerdo y oración, pero también tienen como objetivo sensibilizar a la opinión pública y sacudir las conciencias indiferentes.
En Varsovia: más allá de la política, la dimensión humana
En Varsovia, la capital de Polonia, la cuestión de la migración se abordó como un problema que trasciende la simple política. Durante una oración ecuménica en la iglesia de Santa Bárbara, presidida por el cardenal Kazimierz Nycz, la Comunidad de Sant'Egidio subrayó que la cuestión de la migración es ante todo una cuestión humana y de fe. Magdalena Wolnik, de Sant'Egidio, recordó la importancia de un enfoque humanitario, y no indiferente, hacia los inmigrantes y refugiados.
En Madrid: memoria, responsabilidad, acción
En la capital española, la liturgia "Morir de la Esperanza" fue un llamado a la empatía y la acción. Más de 4.300 vidas perdidas en el mar durante el último año fueron recordadas en una iglesia repleta, presidida por el arzobispo José Cobo Cano. Y no eran sólo cifras: eran historias de tragedias y esperanzas rotas, como la de la pequeña Lilia y su madre, o la de los jóvenes sirios Osama y Shaw Muhammad. Cada vela encendida durante la misa simbolizó un compromiso por un futuro más humano y solidario.
En Marsella: un puente entre fe y hospitalidad
El evento en Marsella coincidió con la visita del Papa Francisco, que transformó la ciudad en una encrucijada de espiritualidad y humanidad. Durante una vigilia de oración en la iglesia de Notre-Dame-du-Mont, las familias sirias acogidas a través de los corredores humanitarios testificaron cómo la apertura y la acogida pueden transformar muchas vidas.