La nuestra es la revolución de la compasión y de la ternura. Sant’Egidio cumple cincuenta y cinco años
Nació entre los estudiantes y las periferias en pleno sesenta y ocho para sostener el sueño de una Iglesia de todos y sobre todo de los pobres
La Comunidad de Sant’Egidio cumple cincuenta y cinco años. El director me ha pedido que diga algo al respecto. La Comunidad es hija de más de medio siglo de vida en Roma, donde nació entre los estudiantes (entonces en plena efervescencia con el 68) y en las periferias humanas y urbanas de la capital.
Eran los tiempos del post Concilio, cuando la Palabra de Dios parecía que había vuelto al cariño y a la lectura del pueblo. Aquello llevaba a escuchar de manera nueva la Palabra y –como decía el cardenal Martini, un amigo de la Comunidad– a vivir y pensar bíblicamente. Así pues, allí donde está, la Comunidad se reúne por la tarde para rezar y escuchar la Palabra de Dios: desde la hermosa basílica romana de Santa María de Trastevere hasta varios lugares de Francia, Mozambique, Burundi, Indonesia, San Salvador o Cuba. Sant'Egidio es una Comunidad de pueblo, alrededor de la Palabra de Dios y con los pobres.
De hecho, en los inicios resonó el sueño de Juan XXIII, poco antes del Concilio: "Iglesia de todos y especialmente de los pobres". Tomarse en serio este sueño, que surge de las páginas del Evangelio, no es una construcción ideológica, sino que quiere decir conocer personalmente a los pobres, tener un lazo con ellos, escucharlos como amigos y parientes.
Sant’Egidio, en Italia, en Europa, en África, pequeña o no tan pequeña, tiene una historia de lazos, amistad y servicio con los pobres de distintas periferias y situaciones: empezando por los ancianos necesitados, los que son marginados, los discapacitados, los enfermos de sida en África o los niños invisibles sin nacionalidad o que viven en la calle, los que no tienen casa, están solos o están heridos por la vida. La cuestión no es hacer una lista de iniciativas, sino señalar el espíritu en el que caminan las comunidades de Sant'Egidio en la historia de nuestros días: la amistad con los pobres.
El papa Francisco, reuniéndose con Sant'Egidio en 2014, dijo: «Continúen por ese camino: oración, pobres y paz. Y caminando así ayudan a hacer crecer la compasión en el corazón de la sociedad –que es la verdadera revolución, la de la compasión y la ternura–, a hacer crecer la amistad en lugar de los fantasmas de la enemistad y de la indiferencia». Oración, pobres y paz. Cuando se habla de paz, nos referimos a la pacificación, como en 1992 en Mozambique, donde fueron asesinadas un millón de personas o, hoy, en Sudán del Sur.
La guerra, efectivamente, es la madre de todas las pobrezas. Cada Comunidad trabaja por la paz allí donde está, en el diálogo con los demás: los musulmanes allí donde los cristianos son minoría, como en Pakistán. El diálogo entre religiones, entre líderes y también entre la gente, ha arraigado en la Comunidad desde la primera oración por la paz que impulsó Juan Pablo II en Asís en 1986. Francisco dijo a Sant'Egidio: "El mundo se ahoga sin diálogo". Este mundo global, donde es necesario comprenderse para convivir a menudo parece que se rompa por los conflictos o las contraposiciones. Sant’Egidio recompone cuanto está roto, a través del diálogo y con el trabajo de cada uno.
Es una "artesanía" de puentes, como con los Corredores humanitarios que han traído a Europa de manera segura a refugiados sirios, afganos y del cuerno de África que se han salvado de los campos libios. O la ayuda humanitaria a Ucrania, donde Sant'Egidio vive desde hace más de dos décadas. Un rabino italiano ha escrito: "La Comunidad de Sant’Egidio representa para el mundo entero la función de llamada del shofar [la trompeta que se utiliza en la liturgia judía], el anuncio de la Palabra para mejorar el mundo y ser conscientes de la responsabilidad colectiva de la humanidad".
Artículo de Andrea Riccardi en Famiglia Cristiana del 19/2/2023