Meditación de Teodoro II, patriarca de Alejandría y de toda África sobre el Evangelio de Jn 17,15-21 en la semana por la unidad de los cristianos

Meditación de Su Beatitud Teodoro II, patriarca de Alejandría y de toda África  sobre el Evangelio de Jn 17,15-21

Apreciados hermanos, queridos sacerdotes y miembros de la Comunidad de Sant’Egidio,
querido amigo Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant'Egidio,
querido presidente Marco Impagliazzo,


Venimos de Egipto, por donde caminó Dios, el lugar que dio protección del sanguinario Herodes al Señor Niño y Guía d ela Paz, portador de paz, fraternidad y amor. (Est 3,13).
Estamos seguros de que esta paz guiará siempre, manteniendo el respeto mutuo y la colaboración afectuosa, las relaciones de las dos Iglesias hermanas históricas de Roma y Alejandría, de los apóstoles Pedro y Marcos, y también las relaciones eclesiales en general.
Hoy vivimos un periodo de fuerte transición. La violencia y la guerra (como ocurre en estos mismos momentos en la martirizada Ucrania, un país por desgracia agredido sin motivo alguno por otro país de su misma fe), la pobreza y la miseria, el cambio climático, la crisis de los refugiados, la protección de los derechos humanos y la desigualdad social, la protección de los niños y las mujeres, la intensificación del fundamentalismo religioso, la crisis de los principios de valores... todo lleva al hombre a desesperarse.

La lucha común de todos nosotros va, pues, en la misma dirección. En primer lugar, en nuestras realidades espirituales, para la promoción de la cultura de la solidaridad y de la fraternidad, reconociendo que la vida misma de la Iglesia es la gran revolución en el campo de las relaciones humanas, de la protección, de la sanidad y de la belleza de la persona, y de la manifestación de su destino eterno en Cristo.

Nuestra Iglesia hermana católica dedica esta semana que estamos viviendo a la oración por la unidad de los cristianos. También nosotros tenemos esta deseada unidad como santo objetivo desde hace siglos y esperamos que Dios lo bendiga para que avance, crezca y dé fruto.
Siempre tenemos esta unidad en nuestra liturgia y precisamente por esta unidad rezó el Señor poco antes de su pasión en su oración sacerdotal.  
Todos ustedes, queridos y benditos miembros de Sant'Egidio, que luchan para socorrer a nuestros hermanos pobres e indefensos, a través de su gran obra de caridad, son dignos de alabanza y de felicitaciones.
Tenemos santos objetivos comunes, ustedes sirven al hombre necesitado, al pobre, al enfermo, al discapacitado, al migrante, al niño huérfano, comparten amor, medicinas, alimentos, fe en Dios... También nosotros hacemos lo mismo como misioneros en toda África. Tenemos muchos puntos en común y debemos trabajar, cuando sea posible, en muchos sectores.
Ha llegado el momento, en una época de desafíos y de rápida geopolítica, de que las Iglesias actúen a nivel internacional para escribir una nueva página en estas relaciones, entre las dos Iglesias históricas de Alejandría y Roma, con la presencia aquí, entre ustedes, del responsable de relaciones con la Iglesia católica, el metropolita Gennadios, a quien ya conocen.

Damos gracias a Dios Trinitario de que nos haya hecho dignos de encontrarnos hoy aquí, en la sede de la Comunidad de Sant’Egidio. Nosotros, como Patriarcado de Alejandría y de toda África, ya tenemos unas excelentes y fraternas relaciones con su Comunidad y enviamos a metropolitas a las conferencias y a los actos que ustedes organizan. Nosotros, como patriarca primado, sucesor del apóstol Marcos, bendeciremos esta perspectiva de amor y de unidad a través de todas nuestras colaboraciones en el santo campo de la misión en África.

Les agradecemos su hospitalidad abrahamítica, la acogida que nos han brindado hoy, y les abrazamos en el Señor, en primer lugar a nuestros hermanos, los obispos entre ustedes, y saludamos paternalmente a los sacerdotes y diáconos, a los queridos miembros de la Comunidad, y rezamos para que el Señor Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor, les conceda a todos ustedes un nuevo año lleno de bendiciones y de fuerza en su trabajo. Amén.