Si ir a misa es un acto de coraje
La semana pasada en Owo (estado de Ondo, suroeste de Nigeria) se produjo una atrocidad. Un grupo armado abrió fuego y lanzó bombas en la iglesia católica de San Francisco Javier. Un Pentecostés de sangre se abatió sobre un pueblo que estaba rezando. Atacar a una comunidad que reza es algo horrible, porque se trata de personas indefensas.
También es un gesto blasfemo, porque en aquel momento los creyentes solo confían en Dios. En Nigeria, recientemente, se han multiplicado los ataques a los cristianos, que son el 46% de la población en comparación con el 53% de musulmanes. Los cristianos comienzan a sentirse inseguros y no protegidos por el gobierno, formado en su mayoría por musulmanes y del norte.
¿Quién llevó a cabo aquel vil atentado? Se atribuyó a los fulani (aunque no es seguro), islámicos y a menudo radicalizados que, al ser un pueblo de pastores, a menudo están en conflicto con los agricultores. La desertificación los empuja hacia el sur, donde están las tierras que cultivan los yoruba, la población predominantemente cristiana de Ondo.
Muchos han dicho que no se trata de una guerra de religión, porque el conflicto tiene una base material. Ante todo, los observadores destacan las elaboradas técnicas del ataque terrorista y plantean la hipótesis de que son yihadistas cercanos a Estado Islámico, raros entre los fulani. No será una guerra de religión, pero sin duda es una guerra que afecta a las comunidades y a los símbolos religiosos. Es una guerra que algunos consideran religiosa, aunque es blasfema. El odio hacia el cristiano motiva y legitima una violencia que no tiene motivo alguno. ¿Por qué atacar a una comunidad indefensa que reza?
En varias regiones africanas y en otros países del mundo, ir a misa el domingo se ha convertido en un acto de coraje. A los cristianos europeos es algo que nos sorprende, y debemos reflexionar sobre la situación que viven nuestros hermanos y hermanas. Hay peligro en Egipto, donde las iglesias coptas son atacada. También en Irak. El domingo fue igual de sangriento en Pakistán o Sri Lanka, solo por poner algunos ejemplos. Sin embargo, los cristianos no se muestran agresivos hacia los demás: son pacíficos y llevan una vida buena y abierta a todos. A menudo, su solidaridad también se extiende a los no cristianos. De hecho, las comunidades cristianas son islas de paz en situaciones de tensión. Entonces, ¿por qué son atacadas? Sin duda los terroristas buscan un efecto mediático en todo el mundo.
No se puede negar que existe la voluntad de aterrorizar a los cristianos y apartarlos de la vida social. Pero también hay odio hacia las mujeres y los hombres pacíficos, que no se levantan en armas, que no se vengan (como ha recomendado el obispo a sus fieles católicos de Owo). Su mansedumbre y su vida pacífica son un desafío vivo para quienes quieren alcanzar el poder a través de la violencia y para quienes alimentan la lógica del odio.
En este sentido, se trata de una guerra terrorista contra su forma mansa de vivir la religión. Quizá por eso los atacan. Juan Pablo II habló de los «nuevos mártires» del siglo XX. Los recordó en el Jubileo de 2000. Hoy esta dolorosa historia continúa: un rastro de sangre ha salpicado las dos primeras décadas del siglo XXI. Sin embargo, este siglo también ha estado marcado por la resistencia al mal de un pueblo de paz, el de los cristianos, que no dejan de rezar a pesar de correr un serio peligro de muerte.
Artículo de Andrea Riccardi en Famiglia Cristiana del 19/6/2022
[Traducción de la redacción]