30 años atrás, en un lejano agosto de 1991, la Comunidad en Buenos Aires daba su primer salto pasando de realizar la Escuela de la Paz en el legendario barrio de La Boca a un asentamiento: la Villa de Emergencia XX-XXI-XXIV.
Llamada la Reina del Plata, Buenos Aires, la ciudad capital de la Argentina, siempre se distinguió por ser una ciudad llena de vida, con una fuerte oferta cultural, con un crecimiento económico desparejo respecto del resto del país, algo caótica y desordenada a pesar de su trama urbana en damero.
No obstante, bolsones de pobreza se han ido desarrollando en su interior, especialmente en las zonas más postergadas como el sur oel oeste. Estos bolsones de pobreza salen de la trama regular de la ciudad, generalmente siguen el trazo de las tierras fiscales, es decir de los ferrocarriles o de las riberas de ríos o sus afluentes.
Claramente esas tierras no son las mejores ubicaciones para un desarrollo urbano, pero la realidad es que desde hace décadas familias y familias las han ocupado en busca de una vida mejor, cerca de la ciudad como fuente de ingreso.
30 años atrás la fisionomía del Barrio “Villa XXI” era muy distinta. Si bien las casas ya se veían sumamente precarias, los pasillos tortuosos, las cloacas a cielo abierto, la densidad de población era mucho más baja y entonces había muchos espacios libres de construcciones donde los niños y jóvenes podían jugar a la pelota o reunirse como en las plazas. Verdaderamente a lo largo de los años hemos visto el crecimiento de la villa y hoy, 30 años después, es completamente distina, con un zócalo comercial a lo largo de toda la avenida principal que divide a la villa en dos zonas bien marcadas. Muchas más casas, construidas en todos los espacios posibles, límites de un terreno con otro que se corren para nuevas edificaciones, o casas de un piso sobre otro, hasta llegar a una altura respetable.
Muchos sucesos nos vienen a la memoria de estos 30 años. No podemos dejar de recordar las numerosas veces que encontramos al entonces Cardenal Bergoglio en visita a la Villa para las fiestas de la Virgen, pero también para hacer confirmaciones de niños y adultos, participando de procesiones en las embarradas calles, deteniéndose casa por casa, saludando a los vecinos. Allí prácticamente él conoció la Escuela de la Paz, los testimonios de niños y jóvenes que le hablaban de nuestra presencia en el barrio y a los que encontraba luego, cada año, en la celebración del aniversario de la Comunidad.
Pero los recuerdo se transforman particularmente en la memoria de los queridos hermanos que han fallecido trágicamente en estos años, como Pablo, Pedro, Marcos o Cintia. Las armas han causado y causan hoy día tragedias que queremos borrar de la existencia del barrio, transformando la violencia asesina en signos de paz,el sueño que muchos niños puedan llegar a la Escuela de la Paz y no caer en las garras de la droga.
Y el recuerdo llega hasta muy lejos, para llegar a los primeros años de los 90, cuando encontramos a Gregorio, el papá de los Beltrán, que con sus manos y pasión construyó las primeras mesas para que sus hijos, junto a otros niños pudieran estudiar con nosotros, apenas llegados al barrio.
Este año festejamos este aniversario, con lindos reencuentros en la alianza tejida a lo largo del tiempo. Y lo más precioso de la fiesta fue, por un lado, los muchos abrazos protagnonistas del encuentro, y por el otro el aire de futuro que se respiraba en el ambiente, en los juegos, en la preparación, en nuestra alegría de ver a los hijos de los hijos disfrutando todos juntos, desde el más pequeño al más grande, todos con 30 años.