Sant'Egidio sigue ayudando a los desplazados del norte de Mozambique que ya son más de 800.000, concentrados sobre todo en Cabo Delgado, pero también en Nampula, en Niassa y en otras zonas del país. Solo en Pemba la población se ha más que doblado, y ha pasado de 200.000 a 415.000 habitantes en poco tiempo.
En cuanto a la distribución de ayuda, la Comunidad de Sant'Egidio de Pemba entregó el 17 de agosto paquetes de alimentos a unas 350 familias provenientes sobre todo de los distritos de Palma, Mocimboa da Praia y Macomia. Algunos núcleos familiares, formados básicamente por mujeres y niños, viven juntos, en casas pequeñas y precarias, donde se hacinan hasta 50 personas. Además, las personas que son acogidas en la ciudad por otras familias, fuera de los campos organizados, muchas veces no entran en los programas de ayuda del Gobierno o de las Agencias Internacionales, haciendo así que la situación de quien los acoge empeore.
En realidad toda la ciudad tiene graves problemas a causa del aumento repentino de la población. Por ejemplo, la ciudad ya no puede suministrar agua a todos sus habitantes, y tiene graves problemas higiénico-sanitarios que hacen más aguda si cabe la tercera oleada de covid-19.
El reparto de alimentos es también una ocasión para entrar en diálogo y entablar amistad con los que vienen a buscar ayuda de alimentos. Quieren hablar y explican historias dramáticas. Como por ejemplo la de Ana (nombres ficticios), de 17 años, con su hermana Luisa de 14, que huyeron del pueblo de Bilibiza durante la noche: "Llegamos a Metuge –explica Ana– tras caminar durante 4 días, comiendo mandioca y otras plantas de la selva que no habíamos comido nunca antes. Los terroristas secuestraron a mi padre y a mi padre, quizás los mataron, no lo sabemos. No tenemos noticias de ellos. Ahora estamos en Pemba y nos da miedo volver a nuestro pueblo".
Quizás Omar huyó de Palma. Decía el camarero del Hotel Amarula, tristemente famoso porque algunos huéspedes fueron asesinados mientras intentaban huir durante el ataque. "Hasta unas semanas más tarde –explica– no logré encontrar a mis 4 hijos de 6, 8, 9 y 11 años, que habían huido solos hacia la frontera con Tanzani y luego, juntos llegaron a Pemba en barca". Su esposa, que huyó hacia otra zona, se unió a ellos más adelante.
Fatima vino a recoger la ayuda con su niña de 8 meses. Tras huir del ataque de Mocimboa da Praia, ella y su familia se refugiaron en Palma. Allí, durante el ataque de marzo de este año, su esposo y sus tres hijos de 16, 10 y 4 años fueron secuestrados por los terroristas y no tiene noticias de ellos. Llegó a Pemba tras varios días navegando en pequeñas embarcaciones.
Son muchas, las historias dramáticas de personas que han visto cómo asesinaban o secuestraban a sus familiares.
Estos días hemos visto realmente que "no hay nadie tan pobre que no pueda ayudar a otro": familias pobres que acogen a los desplazados, los jóvenes de las Comunidades de Sant’Egidio de los pueblos movilizándose para cortar leña y el bambú necesario para construir cabañas para los desplazados y que con sus visitas llevan consuelo y esperanza. Durante los repartos también daban mascarillas que habían llegado a Pemba con el avión de la Cooperación italiana. En las fotos vemos a niños desplazados de una escuela de Mapupulo (Montepuez) felices con sus mascarillas nuevas. Estos días seguimos repartiendo ayuda en Nampula y en Niassa.