Han pasado 22 años desde el 2 de agosto de 1999, cuando Yaguine Coita y Fodé Tounkara, dos jóvenes guineanos, fueron encontrados muertos por congelación en el tren de aterrizaje de un avión en el aeropuerto de Bruselas, corazón de Europa, provenientes de Conakry, la capital de Guinea. Por desgracia, años después otras jóvenes víctimas han corrido la misma suerte, como por ejemplo Laurent Barthélemy Guibahi Ani, un niño marfileño de catorce años que en enero de 2020 fue encontrado muerto por congelación en el aeropuerto de París, o el niño maliense que encontraron con las notas cosidas a su ropa.
Historias de esperanza, de desesperación y, dramáticamente, de muerte.
Yaguine y Fodé habían escrito y llevaban encima una carta, para 'Sus excelencias, los señores miembros y responsables de Europa' que retrataba todos los problemas que los niños y los jóvenes africanos sufrían y las grandes expectativas que tenían en Europa y en sus gobernantes.
En el tiempo de la pandemia la distancia entre países avanzados y el sur del mundo corre el peligro de aumentar aún más, a causa de la desigual disponibilidad de vacunas y aquel grito que lanzaron Yaguine y Fodé hoy es más actual que nunca, pero por desgracia a menudo queda desatendido. Escribían entonces "Si ven que nos sacrificamos y que arriesgamos nuestra vida es porque en África sufrimos mucho. Tenemos la guerra, las enfermedades, la falta de alimentos".
La historia de Yaguine y Fodé, que arriesgaron su vida y la sacrificaron, es una historia de hoy, una historia de muchos que cada día buscan un futuro peligrosamente y pierden la vida al chocar dramáticamente con la falta de acogida de una Europa todavía demasiado cerrada.