El frío también mata en Génova. Oración en recuerdo de Mario, amigo sin hogar, maestro de solidaridad

El frío también mata en Génova. El 7 de enero Mario, un hombre sin hogar originario de Rumanía, murió a causa de una grave hipotermia en el barrio de Carignano, en el centro de Génova, acurrucado dentro de la garita de una parada del autobús, en medio de la gélida noche invernal.
Mario era un gran amigo de la Comunidad de Sant’Egidio. Hacía unos diez años que dormía en la zona de Piccapietra, en el centro de la ciudad, a los pies de las sedes de las empresas más prestigiosas. Había sido camionero pero tras perder el empleo empezó a vagar por Italia.  Mario suscitaba una simpatía instintiva y cordial. Muchas personas sin hogar de Génova buscaban su compañía: no tenía nada pero conocía y se tomaba muy en serio el arte de la amistad. A su lado la Comunidad ha comprendido mejor qué significa cuidar: muchas veces por la tarde lo íbamos a buscar, lo ayudábamos, le dábamos alimentos y lo cubríamos con mantas mientras hablábamos y reíamos con él. En varias ocasiones sus amigos de Sant’Egidio lo acompañaron al hospital y a veces incluso a sus propias casas para ayudarle a lavarse y a afeitarse.

De algún modo la amistad con él suscitó la exigencia de "hacer más" para quien no tiene casa. Así, Sant'Egidio abrió un servicio de duchas y la lavandería "Papa Francisco" para personas sin hogar.

Era un "maestro de solidaridad": alrededor de Mario y de otras personas sin hogar, en los últimos meses se ha creado un movimiento de al menos cien jóvenes  que cada tarde va a visitar a las personas que viven en la calle y les llevan alimentos y mantas. El jueves por la tarde los jóvenes de Sant'Egidio, preocupados por su anómala ausencia, también fueron a buscarlo.
La noticia de su muerte causa un profundo dolor en mucha gente. Es el momento del silencio y del recuerdo –la Comunidad lo recordó el domingo por la tarde con una oración en la plaza Piccapietra en la que participó el obispo auxiliar, monseñor Nicolò Anselmi, y unos cientos de personas, entre quienes lo conocían, quienes sentían afecto por él y quienes se sintieron impactados por la dureza de la vida de los pobres– pero la muerte de Mario nos pide a cada uno de nosotros un esfuerzo nuevo de pasión y de fantasía para construir nuevos caminos de acogida y de ayuda, para no dejar a nadie solo en medio del frío y la pobreza.