La Comunidad de Sant’Egidio expresa dolor y una gran preocupación por la reanudación del conflicto en Nagorno Karabaj, donde desde hace más de un mes están perdiendo la vida muchos civiles y donde crece el número de desplazados.
La violencia de los combates ha dejado vacías zonas enteras, ha destruido pueblos y ciudades, destrucción de la que no han quedado a salvo ni siquiera los lugares de culto, como la catedral de Ghazanchetsots, convertida en blanco de disparos directos e insensatos.
La reanudación de la guerra tras veinte años de tregua se ha producido pocos meses después del encuentro entre los líderes armenio y azerí en la conferencia sobre seguridad de Múnich (febrero de 2020), que hacía esperar un clima distinto. Eso demuestra que un conflicto que solo está congelado nunca está resuelto. La responsabilidad de la comunidad internacional a este respecto es grande. Se trata de un círculo vicioso que no dará resultados sino que únicamente creará las condiciones para una reanudación de la guerra en el futuro.
El pueblo armenio, que conserva el doloroso recuerdo de la masacre que sufrió al inicio del siglo pasado, tiene miedo de quedarse solo. Hay que ayudar a ambas partes a dejar de pensar en términos de conflicto.
Sant’Egidio hace un llamamiento a las dos partes para que recapaciten y sean conscientes de que solo se encontrará una solución a su litigio a través del diálogo. Se trata, sin duda, de un camino difícil, pero es la única senda susceptible de dar paz a los dos pueblos para siempre.
Hoy se trata de salvaguardar la vida de los civiles y especialmente la de los más frágiles, preservando al mismo tiempo los lugares religiosos (testigos de la vida de las generaciones anteriores en una tierra martirizada por el sufrimiento durante mucho tiempo), y de sentar las bases para un futuro de paz.
Esa es la tarea que debe asumir la comunidad internacional sin demora.