“Gracias por mantener abierto el comedor. Todo está cerrado. Gracias por el vaso de agua, por las cosas de comer. Gracias por la amistad”, dice José, un hombre que suele ir al comedor de la Comunidad de Sant’Egidio de Barcelona.
Es raro no darse la mano, reducir el tiempo en el que se habla, hacer entrar a la gente por turnos, hablar a distancia... pero cada gesto, cada sonrisa, cada palabra cariñosa, cada ayuda... estos días hablan con más fuerza que nunca. Si el contagio obliga a alejarse físicamente unos de otros, la solidaridad nos une y nos hace más fuertes frente al miedo y nos ayuda a protegernos unos a otros.
Estos días de emergencia por el coronavirus, las puertas del comedor siguen abiertas, y también continuamos repartiendo comida por la calle. Se trata de luchar contra el hambre y el aislamiento en una ciudad totalmente desierta, donde muchos servicios para los pobres han cerrado. Pero sigue habiendo pobres. Vienen más personas que antes y todos reciben algo de comer.
Es necesario estar presente para ayudar y para explicar las medidas higiénicas que hay que tomar, y también dar productos higiénicos. Crece la preocupación por el cierre de algunos centros.