En Níger, un estado del corazón de África sin salida al mar, según los indicadores internacionales, el 60% de la población (unos 20 millones de personas) vive por debajo del umbral de pobreza. Entre ellas hay muchos jóvenes. Y no es difícil que un niño o un joven termine en la cárcel, a veces por pequeños hurtos de comida o de zapatos.
En la cárcel de menores de Niamey hay muchos niños. La cárcel, que está en la capital, forma parte de un gran centro con unos 700 reclusos. Hasta el año pasado era un lugar decadente e insalubre. Hoy tiene un rostro nuevo, más humano, gracias, entre otras cosas, a las actuaciones de la Comunidad, que al mismo tiempo que mantiene su atención constante por los detenidos a través de visitas regulares, se está ocupando de mejorar el centro con la ayuda de varios donantes.
Un depósito que instalaron hace dos años, permite disponer de agua potable todos los días, lavarse y cultivar un huerto, donde antes solo había arena, para poder cubrir, en parte, las exigencias alimentarias.
El año pasado la Comunidad se ocupó de la pavimentación de las habitaciones, de colocar nuevos baños y de pintar las paredes. El Ministerio de Justicia de Níger ha empezado a construir una enfermería con 40 camas.
La solidaridad ha transformado la cárcel gracias a las visitas y las comidas de los sábados que organizan los amigos de Sant’Egidio. "Una cárcel mejor ayuda a devolver a los jóvenes a la sociedad mejor de como entraron –ha declarado el director de la cárcel– y doy las gracias a Sant’Egidio por la amistad que demuestra con mi país".
En la visita más reciente los jóvenes dedicaron a la Comunidad un partido de fútbol y manifestaron su deseo de tener zapatillas deportivas para jugar: sencillas peticiones "de jóvenes" que hay que escuchar para ayudarles a crecer.