La Comunidad de Sant’Egidio de Trieste fue a uno de los tres campos de refugiados de Bihac (Bosnia). Se trata del campo de Borici, destinado a acoger núcleos familiares. Actualmente acoge a 230 personas, entre las que hay unos cien menores. Así describieron su visita:
"Son mayoritariamente curdos, afganos, pakistaníes e iraquíes, pero también hay magrebíes, palestinos y vietnamitas. La organización del campo está en manos de la OIM, que cuenta con la colaboración de una ONG bosnia.
Nos recibió el personal, todas mujeres jóvenes, de una generación que no vivió directamente la guerra de los Balcanes, que precisamente en Bihac tuvo uno de los episodios más sangrientos. Vimos que aquellos jóvenes tienen la sensibilidad de quien tiene una historia reciente de guerra a las espaldas, que no les impide acoger a los refugiados de hoy.
A los adultos, en cambio, les cuesta más entender el dolor de quienes hoy viven lo mismo que vivieron ellos hace pocos años.
La situación económica de Bihac –ya difícil de por sí– ha soportado un aumento en su población de unos 5000 migrantes. Los centros no pueden acoger a todas las personas que llegan, por lo que los migrantes acampan donde pueden, en lugares que son llamados "junglas": parkings de autocares, bajo cobertizos o en bosques de los alrededores de la ciudad.
En Borici el personal nos permitió visitar el centro y nos reservó un espacio para estar con los niños del campo. Rápidamente acudieron muchos, movidos por la curiosidad de entender qué estaba pasando. En cuanto empezó a sonar una guitarra, estalló una fiesta de canciones, juegos, caramelos y pompas de jabón.
Mientras estábamos allí dos familias iraquíes intentaron hacer "the game", el juego, como lo llaman los migrantes: intentan cruzar la frontera con Croacia, tristemente conocida por las expulsiones violentas y sistemáticas incluso a menores. Aunque algunos medios de comunicación han intentado utilizar con sarcasmo el término "the game", la realidad es que se trata de un "juego" que pone en peligro la vida de familias enteras. Muchos dijeron que habían intentado "the game" muchísimas veces pero que siempre les expulsaban. Una de las familias lo había intentado 10 veces, y fue detenida brutalmente por milicias croatas que no han sido identificadas. Les rompieron los teléfonos, tiraron sus zapatos y pegaron a los adultos delante de los niños. Entendimos que la humillación no se reserva solo a los adultos, y que muchas veces los niños son testigos –cuando no objeto– de grave violencia. Nos despedimos de aquellos amigos, diciéndoles que rezaríamos por ellos y que volveríamos. No podemos no hacerlo, porque un pedazo de nuestro corazón se quedó allí".