El pastor valdense Paolo Ricca participó en la oración de la Comunidad de Sant’Egidio en Santa María de Trastevere del 16 de julio de 2019. Esta es su meditación sobre el Evangelio según Mateo 9, 35-28
Queridos hermanos y hermanas,
Debió ser un momento crucial de la historia de Jesús, el que retratan estos versículos que acabamos de escuchar. Viendo la muchedumbre, tuvo compasión de ella porque estaba cansada y abatida como un rebaño de ovejas sin pastor; fue un momento crucial, porque en aquel momento –pienso– Jesús entiende que él debe ser el pastor de aquella muchedumbre que era como un rebaño de ovejas sin pastor. No es que realmente no hubiese pastor; había pastores. De hecho, había muchos pastores: pastores religiosos, pastores políticos... no faltaban los pastores. Tampoco hoy día faltan pastores, pero son como aquellos pastores de los que habla el profeta Ezequiel en el capítulo 34 de su libro, donde indica que son pastores “que realmente no lo son”. Estamos rodeados de pastores que no son pastores. ¿Y quiénes son estos pastores que no son pastores? Son –dice el profeta– los pastores que se apacientan a ellos mismos, sus ideas, sus programas, sus sueños, sus proyectos, sus contratos, y cuando hablamos de contratos en Italia ya sabemos de qué hablamos. No apacientan las ovejas, sino que lo apacientan todo excepto las ovejas: estos son los pastores que no son pastores; y cuando Jesús dice que son como ovejas sin pastor, alude a quienes se apacientan a sí mismos, en lugar de apacentar las ovejas. En aquel momento en el que sintió compasión por aquellas ovejas sin pastor Jesús debió intuir que un rebaño sin pastor está perdido, se disgrega, se pierde, se dispersa. Esa es la situación en la que Jesús ve al pueblo, a la muchedumbre que lo sigue, y por eso dice: "son como ovejas sin pastor". Entonces se convence de algo: "Yo debo ser el pastor de estas ovejas." Y cuando dice: "¡La mies es grande pero los trabajadores son pocos! ¡Rogad al Dios de la mies, que mande trabajadores!", yo creo que pensaba sobre todo en él mismo siendo el pastor de las ovejas que no tienen pastor.
¿Qué significa ser pastor? Significa curar el rebaño, estar con el rebaño, conocerlo, conocer las ovejas, llamarlas por su nombre, amarlas, curarlas, quiere decir arrodillarse como se arrodilló Jesús, para lavar los pies de los discípulos. Pero recordad, Pedro dijo: “¿Tú lavarme a mí los pies? ¡Nunca! Me lavo yo mis pies, yo soy el pastor de mí mismo, no necesito un pastor, soy oveja y pastor al mismo tiempo”. Eso mismo pensamos también nosotros. No está claro que nos guste tener un pastor, podemos incluso quedar heridos en nuestro orgullo, en nuestra autosuficiencia: “Yo no necesito pastor, yo resuelvo mis problemas, me lavo yo mismo los pies”. Pero recordad también lo que Jesús dijo a Pedro: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”, es decir no tendrás relación conmigo, si yo no te lavo. Pero tú dices: “No creo que esté tan sucio como para que me tengas que lavar". No te lo parece, pero lo estás y el hecho de que no te parezca que estás sucio indica que lo estás.
Por eso necesitamos un pastor, necesitamos que Jesús sea nuestro pastor. ¿Y qué hace Jesús como pastor? ¿Cómo cuida a sus ovejas? Les cura el alma. Si Jesús es tu pastor, lo es para para curar tu alma. Hoy muchos viven como si no tuvieran alma. Actualmente se centra todo el interés y todo el cuidado en el cuerpo. El body building, la construcción del cuerpo, es la gran pasión de nuestro tiempo. Jesús cura los cuerpos, todos los cuerpos: ciegos, cojos, paralíticos, enajenados, poseídos, esquizofrénicos, los cuerpos descartados, marginados, abandonados, humillados, despreciados. Jesús cura una infinidad de cuerpos, pero nunca olvida que cada cuerpo tiene un alma, y el alma es la vida del cuerpo, de modo que Jesús se convierte en nuestro pastor para curar nuestra alma que nosotros fácilmente descuidamos. Jesús cura lo que el hombre moderno descuida.
Curar el alma: ¿por qué? Porque el alma es el lugar que Dios quiere habitar, es su morada preferida. Dios prefiere habitar en tu alma, antes que en la más espléndida de las catedrales: tu alma es la catedral que Dios prefiere. ¿Y cómo Dios vive en tu alma? ¿Cómo cuida Jesús de tu alma? Con su palabra, y esta palabra no es una palabra lejana, una palabra distante, una palabra difícil. No, es una palabra muy cercana a ti. Está en tu boca y en tu corazón. Así es Jesús tu pastor: curando tu alma con su palabra.
Amén