Existe un país, sin guerras abiertas, donde los civiles corren el mismo peligro de morir de manera violenta que en Siria: es el país que en los años ochenta exportó a las metrópolis estadounidenses sus bandas, y que hoy día sigue siendo campo de batalla de una criminalidad organizada capilar. Es El Salvador, patria de san Óscar Romero. Los trece años de guerra civil (de 1979 a 1992), que provocaron 75 mil muertos, 550 mil desplazados internos y medio millón de emigrantes, oficialmente son cosa del pasado, pero la violencia ha sabido resistir incluso a los acuerdos de paz: solo se ha trasladado al plano económico y social, con la difusión capilar de las maras que reclutan a jóvenes sin esperanza de las zonas más deprimidas; mientras tanto, el número de pobres no da muestra de disminuir y la actuación del Estado –a pesar de reivindicar éxitos en las últimas décadas– sigue siendo insuficiente. El reportaje de Andrea Sarubbi, que con la Comunidad de Sant’Egidio explica un país con un largo camino de cambio por delante, se centra precisamente en la violencia difusa y en los desequilibrios sociales. En el estudio, entrevista a Giovanni Impagliazzo, responsable para América Central de la Comunidad de Sant’Egidio.
Un reportaje de TV2000 (italiano)