Todos estamos sumidos en la globalización pero no logramos descifrarla. Hacen falta herramientas para ello. En el encuentro internacional de Sant’Egidio 'Puentes de Paz', que se está celebrando en Bolonia, se han planteado puntos de vista desde escenarios distintos aunque conectados entre sí, como Europa, América Latina y África, para entender la relación entre las desigualdades que genera el mundo globalizado, atenazado por la intolerancia y el racismo.
Desde Jean Mbarga, arzobispo de Yaundé (Camerún), ha llegado la invitación de revisar las formas de la cooperación. Actualmente "la globalización impone el dominio económico y cultural del pensamiento único representado actualmente por el beneficio obtenido en los países pobres. Hay que respetar las culturas de los países y de los pueblos con la cooperación fomentando la globalización del amor e impidiendo que muchos jóvenes africanos emigren en busca de una vida mejor en los países ricos dominantes. Esto sucede entre otros motivos porque son expulsados de la agricultura por efecto de la apropiación de tierras".
Thelma Esperanza Aldana Hernández, ex fiscal general de Guatemala, plantea como problema de la globalización la falta de freno a la corrupción que solo en su país quita riquezas a los pobres por un valor de unos 538 millones de dólares.
En Bolonia también se ha oído la voz de una empresa petrolífera. El responsable de Total, Bernard Deroubaix, ha hablado de responsabilidad de empresa con el medio ambiente y el desarrollo de los países, con especial atención por el empleo juvenil en África.
Andrea Segré, agrónomo de la Universidad degli Studi di Bologna destaca que en la globalización sin regla no se han adoptado herramientas para luchar eficazmente contra el desperdicio de alimentos y para derrotar al hambre. En un mundo que podría terminar con el hambre de todos, se desperdicia 1/3 parte de los alimentos, 815 millones de personas sufren hambre tanto en el sur como en el norte y tenemos 1600 millones de obesos.
"El desarrollo es el nuevo nombre de la paz" Esta frase de Pablo VI (de la "Populorum progressio"), que ha citado el economista Stefano Zamagni en su intervención, resume el contenido del debate..