Desde la segunda mitad de los años noventa las tinieblas de los corredores de la muerte y la lucha contra la pena capital se han convertido en uno de los terrenos de trabajo global de la Comunidad de Sant'Egidio. La pena de muerte, síntesis extrema de las violaciones de los derechos humanos, representa una forma de tortura, contradice una visión rehabilitadora de la justicia, rebaja a toda la sociedad civil hasta el nivel de quien asesina, legitima la violencia al nivel más alto y, a menudo, se convierte en instrumento de represión de minorías políticas, étnicas o religiosas. 


En 2018, después de años de luchas civiles y de esfuerzos diplomáticos a varios niveles, hay 140 países abolicionistas de facto o de derecho (97 para todos los delitos, 8 para delitos comunes y 35 son abolicionistas de facto) mientras que 58 países todavía mantienen la pena capital. Aunque en los últimos años el número de ejecuciones ha disminuido lentamente todavía hay más de 20.000 personas sobre las que pesa una condena a muerte.

La Comunidad de Sant'Egidio entró en los corredores de la muerte, a través de la correspondencia epistolar, que empezó con Dominique Green, un joven afroamericano detenido en Texas, y que llegó, a través de una red de amigos, a más de 1.800 detenidos.

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Sant’Egidio trabaja en varios frentes para lograr la moratoria de las ejecuciones capitales y la abolición de la pena de muerte. Para ayudar en esta campaña de la Comunidad, firmar llamamientos urgentes contra ejecuciones, y recibir información sobre iniciativas, congresos y manifestaciones.

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