ORACIÓN CADA DÍA

Oración con María, madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración con María, madre del Señor
Martes 18 de febrero


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Génesis 6,5-8; 7,1-5.10

Viendo Yahveh que la maldad del hombre cundía en la tierra, y que todos los pensamientos que ideaba su corazón eran puro mal de continuo, le pesó a Yahveh de haber hecho al hombre en la tierra, y se indignó en su corazón. Y dijo Yahveh: "Voy a exterminar de sobre la haz del suelo al hombre que he creado, - desde el hombre hasta los ganados, las sierpes, y hasta las aves del cielo - porque me pesa haberlos hecho." Pero Noé halló gracia a los ojos de Yahveh. Yahveh dijo a Noé: "Entra en el arca tú y toda tu casa, porque tú eres el único justo que he visto en esta generación. De todos los animales puros tomarás para ti siete parejas, el macho con su hembra, y de todos los animales que no son puros, una pareja, el macho con su hembra. (Asimismo de las aves del cielo, siete parejas, machos y hembras) para que sobreviva la casta sobre la haz de toda la tierra. Porque dentro de siete días haré llover sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches, y exterminaré de sobre la haz del suelo todos los seres que hice." Y Noé ejecutó todo lo que le había mandado Yahveh. A la semana, las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Los autores bíblicos tienen clara conciencia de que el mal no es obra de Dios sino del hombre. En efecto, es en lo profundo del corazón humano donde anidan los sentimientos de odio, venganza y orgullo. Desde el primer capítulo del Génesis se ve claramente cómo la historia humana está marcada por la violencia que enfrenta a unos contra otros. Todos los ámbitos de la existencia quedan envenenados por la maldad de los hombres, hasta el punto de que Dios "se arrepintió de haber creado al hombre en la tierra. Y profundamente afligido...". El corazón del mismo creador se desgarra por la difusión de la violencia entre los hombres y los pueblos. La violencia hace imposible la convivencia, y empuja a la creación de vuelta al caos primordial. Esto es el diluvio: no es un castigo de Dios sino la consecuencia de la corrupción humana, que hace retroceder todo al caos, a como era el mundo antes de la creación. Es una imagen que transmite un mensaje fuerte y actual como nunca. Pensemos en las guerras y en sus consecuencias; en la violencia que se ejerce sobre la misma creación y la naturaleza humana, y en sus consecuencias, como la pandemia, que resulta ser la consecuencia de la violencia sobre la naturaleza. Esta página de la Escritura dibuja alguno de los rasgos de la situación actual del mundo, en el que la violencia parece haberse convertido en norma de vida: más que en el encuentro y en el diálogo se confía en la ley de la fuerza para resolver los conflictos, abandonando el camino hacia la paz. Los creyentes, como Noé, están llamados a caminar con Dios, y a escucharlo para vencer el mal y alejar la violencia destructora.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.