ORACIÓN CADA DÍA

Oración por la Paz
Palabra de dios todos los dias

Oración por la Paz

En la basílica de Santa María de Trastevere se reza por la paz.
Oración por la unidad de los cristianos.
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Libretto DEL GIORNO
Oración por la Paz
Lunes 20 de enero

En la basílica de Santa María de Trastevere se reza por la paz.
Oración por la unidad de los cristianos.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hebreos 5,1-10

Porque todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados; y puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también él envuelto en flaqueza. Y a causa de esa misma flaqueza debe ofrecer por los pecados propios igual que por los del pueblo. Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón. De igual modo, tampoco Cristo se apropió la gloria del Sumo Sacerdocio, sino que la tuvo de quien le dijo: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy. Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, a semejanza de Melquisedec. El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, proclamado por Dios Sumo Sacerdote a semejanza de Melquisedec.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Estas palabras de la Carta a los Hebreos nos ayudan a reflexionar una vez más sobre Jesús, "sumo sacerdote". En la tradición del templo, el sumo sacerdote era el único que podía entrar una vez al año en el Santo de los Santos, la parte más interna del templo de Jerusalén. Se producía en la fiesta del Yom Kippur, el día de la Expiación, totalmente dedicado a la oración y a la penitencia para recibir el perdón de Dios. Jesús es presentado en esta carta como el nuevo sumo sacerdote. Él, a causa del sufrimiento padecido y de la obediencia reconocida a Dios, se ha convertido en causa de salvación para todos, no solo para el pueblo de Israel. No hay necesidad ya de ofrecer sacrificios de expiación por el perdón de los pecados en el templo de Jerusalén: Jesús mismo, por el sufrimiento padecido, es quien ahora obtiene el perdón y la salvación para todos los pueblos. El autor interpreta la vida terrenal de Jesús como un ofrecimiento sacerdotal hecho de "ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente". Él, hijo de Dios, es declarado sacerdote a la manera de Melquisedec, el sacerdote del que se habla en el capítulo 14 del libro del Génesis, y después en el Salmo 110, citado en la carta. Melquisedec, rey de Salem (Jerusalén), fue al encuentro de Abrahán ofreciéndole pan y vino, y lo bendijo: "¡Bendito sea Abrán del Dios Altísimo, creador de cielos y tierra!" No era un sacerdote del Dios de Israel, pero reconoció en Abrahán la presencia del Dios Altísimo. A través de Jesús cada uno de nosotros, independientemente del pueblo al que pertenezca, puede formar parte del sacrificio de salvación que Jesús ha ofrecido sobre la cruz. Es más, cada uno de nosotros, a través de su testimonio, puede ayudar a los demás, incluso a quien está lejos de Dios, para reconocer al Dios altísimo, el Padre de Jesús.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.