ORACIÓN CADA DÍA

Oración con María, madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración con María, madre del Señor
Martes 8 de abril


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Números 21,4-9

Partieron de Hor de la Montaña, camino del mar de Suf, rodeando la tierra de Edom. El pueblo se impacientó por el camino. Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: "?Por qué nos habéis subido de Egipto para morir en el desierto? Pues no tenemos ni pan ni agua, y estamos cansados de ese manjar miserable." Envió entonces Yahveh contra el pueblo serpientes abrasadoras, que mordían al pueblo; y murió mucha gente de Israel. El pueblo fue a decirle a Moisés: "Hemos pecado por haber hablado contra Yahveh y contra ti. Intercede ante Yahveh para que aparte de nosotros las serpientes," Moisés intercedió por el pueblo. Y dijo Yahveh a Moisés: "Hazte un Abrasador y ponlo sobre un mástil. Todo el que haya sido mordido y lo mire, vivirá." Hizo Moisés una serpiente de bronce y la puso en un mástil. Y si una serpiente mordía a un hombre y éste miraba la serpiente de bronce, quedaba con vida.

 

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

En la rebelión y murmuración del pueblo se genera un mal insidioso, representado por las "serpientes abrasadoras", es una representación del mal que desde el principio humilla al hombre al querer separarlo del amor de Dios. En este caso, es el cansancio del camino, el lamento por las dificultades del viaje y la escasez de recursos. En el desierto, la tentación se convierte fácilmente en reclamo de lo que parece faltar. En esas serpientes ardientes podemos leer todos esos sentimientos que aún envenenan las relaciones humanas y nos impiden caminar juntos. Sin embargo, el pueblo toma conciencia de su pecado y se dirige a Moisés para pedir su intercesión. Y aquí el relato del libro de los Números habla de un símbolo particular, el "levantamiento" de una serpiente de bronce que el pueblo debía mirar para salvarse del veneno de aquellas serpientes. Mirar es un gesto de fe, como nos recuerda el libro de la Sabiduría (16,7) al comentar este pasaje: "Y el que lo miraba se curaba, no por lo que contemplaba, sino por ti, salvador de todos". Jesús, en su diálogo con Nicodemo, evoca precisamente este episodio bíblico para hablar de la cruz y del "Hijo del hombre resucitado". Mientras el pueblo, en su murmuración, miraba hacia atrás, hacia el suelo que había pisado, con cansancio y nostalgia de su esclavitud pasada, para continuar el camino es necesario levantar la mirada de sí mismo, y dejarse guiar por Aquel que es levantado para nuestra salvación.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.