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Epifanía del Señor
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Epifanía del Señor

Epifanía del Señor
Las Iglesias ortodoxas que siguen el calendario gregoriano celebran el bautismo del Señor en el Jordán y su manifestación (epifanía) al mundo.
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Libretto DEL GIORNO
Epifanía del Señor
Lunes 6 de enero

Epifanía del Señor
Las Iglesias ortodoxas que siguen el calendario gregoriano celebran el bautismo del Señor en el Jordán y su manifestación (epifanía) al mundo.


Primera Lectura

Isaías 60,1-6

¡Arriba, resplandece, que ha llegado tu luz,
y la gloria de Yahveh sobre ti ha amanecido! Pues mira cómo la oscuridad cubre la tierra,
y espesa nube a los pueblos,
mas sobre ti amanece Yahveh
y su gloria sobre ti aparece. Caminarán las naciones a tu luz,
y los reyes al resplandor de tu alborada. Alza los ojos en torno y mira:
todos se reúnen y vienen a ti.
Tus hijos vienen de lejos,
y tus hijas son llevadas en brazos. Tú entonces al verlo te pondrás radiante,
se estremecerá y se ensanchará tu corazón,
porque vendrán a ti los tesoros del mar,
las riquezas de las naciones vendrán a ti. Un sin fin de camellos te cubrirá,
jóvenes dromedarios de Madián y Efá.
Todos ellos de Sabá vienen
portadores de oro e incienso
y pregonando alabanzas a Yahveh.

Salmo responsorial

Salmo 71 (72)

Oh Dios, da al rey tu juicio,
al hijo de rey tu justicia:

que con justicia gobierne a tu pueblo,
con equidad a tus humildes.

Traigan los montes paz al pueblo,
y justicia los collados.

El har? justicia a los humildes del pueblo,
salvar? a los hijos de los pobres,
y aplastar? al opresor.

Durar? tanto como el sol,
como la luna de edad en edad;

caer? como la lluvia en el reto?o,
como el roc?o que humedece la tierra.

En sus d?as florecer? la justicia,
y dilatada paz hasta que no haya luna;

dominar? de mar a mar,
desde el R?o hasta los confines de la tierra.

Ante ?l se doblar? la Bestia,
sus enemigos morder?n el polvo;

los reyes de Tarsis y las islas
traer?n tributo.
Los reyes de Sab? y de Seba
pagar?n impuestos;

todos los reyes se postrar?n ante ?l,
le servir?n todas las naciones.

Porque ?l librar? al pobre suplicante,
al desdichado y al que nadie ampara;

se apiadar? del d?bil y del pobre,
el alma de los pobres salvar?.

De la opresi?n, de la violencia, rescatar? su alma,
su sangre ser? preciosa ante sus ojos;

(y mientras viva se le dar? el oro de Sab?).
Sin cesar se rogar? por ?l,
todo el d?a se le bendecir?.

Habr? en la tierra abundancia de trigo,
en la cima de los montes ondear?
como el L?bano al despertar sus frutos y sus flores,
como la hierba de la tierra.

?Sea su nombre bendito para siempre,
que dure tanto como el sol!
?En ?l se bendigan todas las familias de la tierra,
dichoso le llamen todas las naciones!

?Bendito sea Yahveh, Dios de Israel,
el ?nico que hace maravillas!

?Bendito sea su nombre glorioso para siempre,
toda la tierra se llene de su gloria!
?Am?n! ?Am?n!

Segunda Lectura

Efesios 3,2-3.5-6

si es que conocéis la misión de la gracia que Dios me concedió en orden a vosotros: cómo me fue comunicado por una revelación el conocimiento del Misterio, tal como brevemente acabo de exponeros. Misterio que en generaciones pasadas no fue dado a conocer a los hombres, como ha sido ahora revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: que los gentiles sois coherederos, miembros del mismo Cuerpo y partícipes de la misma Promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio,

Lectura del Evangelio

Aleluya, aleluya, aleluya.

Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra
a los hombres de buena voluntad.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 2,1-12

Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: «?Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle.» En oyéndolo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lugar donde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: «En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres, no, la menor entre los principales clanes de
Judá;
porque de ti saldrá un caudillo
que apacentará a mi pueblo Israel.»
Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo: «Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle.» Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Aleluya, aleluya, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Homil?a

"Alza los ojos en torno y mira: todos se reúnen y vienen a ti. Tus hijos vienen de lejos, y tus hijas son llevadas en brazos". Estas palabras del profeta abren la fiesta de la Epifanía, que en Occidente se considera la fiesta de Dios que se muestra a los pueblos. Hay como un ansia de universalidad a la vez que de urgencia que recorre este día: es el deseo profundo de la Iglesia de que los pueblos y las naciones de la tierra puedan encontrar pronto a Jesús. Además, en el fondo del corazón de todo hombre hay una nostalgia de Dios. ?Acaso no es esa nostalgia la que empujó a los magos a ponerse en camino y a preguntar a Herodes: "Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle"? Eran hombres de regiones lejanas, ricos e intelectuales, que desde Oriente se pusieron en camino hacia la tierra de Israel para adorar al "rey" que acababa de nacer. También los magos, como los pastores, escrutaron el cielo. Probablemente esperaban un mundo distinto, más justo, y alzando la mirada vieron una "estrella".
Hoy nos exhortan a descubrir la alegría de depender de la estrella, del Evangelio, de la Palabra del Señor, como dice el salmo: "Tu palabra es antorcha para mis pasos" (119,105). Esta luz nos conduce hacia el niño. Sin escuchar el Evangelio y confiar en él, no es posible encontrar a Jesús. Los magos confiaron en la estrella y llegaron hasta el lugar donde estaba Jesús. Allí "vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron". Aquel gesto fue el acto más verdadero. Junto a María, José y los pastores, también los magos comprendieron que la salvación consiste en acoger en su corazón a aquel Niño y, con él, también a todos los débiles e indefensos de hoy.
En cambio, en cuanto tuvieron noticia del niño, Herodes y los habitantes de Jerusalén no sintieron alegría como los magos o los pastores; al contrario, todos se turbaron y Herodes planificó su muerte. Serán los magos los que salven al niño librándole de la ferocidad de Herodes. Aquellos sabios volvieron a su país por otro camino, advierte el evangelista. Cuando se encuentra al Señor y se le acoge en el corazón ya no se es como antes, ni se puede recorrer el camino de siempre. Cambia la vida y, con ella, también los comportamientos. Hoy los magos están delante nosotros para conducirnos a los muchos pesebres de este mundo donde yacen los pequeños y los débiles.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.