ORACIÓN CADA DÍA

Oración de la Santa Cruz
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración de la Santa Cruz
Viernes 5 de julio


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 9,9-13

Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: ?Sígueme.? El se levantó y le siguió. Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: ??Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?? Mas él, al oírlo, dijo: ?No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mientras camina, Jesús ve a Mateo, un publicano, un recaudador de impuestos que trabaja para los romanos. Por eso la gente consideraba deshonestos a los publicanos y los despreciaba. Jesús se le acerca y lo llama: "Sígueme". Mateo, a diferencia de muchos hombres que se consideraban religiosos y puros, se pone en pie de inmediato y empieza a seguir a Jesús. Él, que era un pecador, se convierte para los discípulos de todos los tiempos en un ejemplo de cómo seguir al Señor. Y, con el Evangelio que lleva su nombre, se ha convertido también en guía para muchos. También nosotros seguimos a este publicano y pecador que nos lleva a conocer el amor del Señor Jesús. Mateo invita rápidamente a Jesús a un banquete. Acuden también sus amigos publicanos y algunos pecadores. Algunos fariseos, escandalizados por aquella escena, dicen a los discípulos: "?Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?". Jesús interviene directamente en la polémica con un proverbio: "No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal". Para él nunca hay una división maniquea entre buenos y malos, entre justos y pecadores. Jesús solo quiere explicar cuál es su misión: él ha venido para ayudar y para curar, para liberar y para salvar. Y añade una cita del profeta Oseas: "Id, pues, a aprender qué significa "Misericordia quiero, que no sacrificio"". En el texto del profeta (Os 6,6), el término "sacrificio" hace referencia a las prácticas del culto. Para Jesús la salvación no viene por los ritos sino por la misericordia de Dios. Por eso lo siguen quienes sienten la necesidad de que Dios les cure las heridas y les socorra en sus pecados. Y, acercándose aún más a cada uno de nosotros, Jesús añade: "No he venido a llamar a justos, sino a pecadores".

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.