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Oración por la Paz
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Oración por la Paz

En la basílica de Santa María de Trastevere se reza por la paz. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración por la Paz
Lunes 17 de junio

En la basílica de Santa María de Trastevere se reza por la paz.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 5,38-42

?Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

En el esquema de oposiciones Jesús se centra ahora en el pasaje del Antiguo Testamento sobre la llamada ley del talión: "Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente". Con este código se pretendía, de alguna manera, limitar el espíritu de venganza. Jesús, con sus enseñanzas, quiere eliminar de raíz el mal de la violencia. Jesús dice que no hay que regular el mal sino erradicarlo. Y el único camino para eliminarlo es el de un amor sobreabundante. No venceremos al mal con otro mal, aunque esté regulado, sino únicamente con un bien aún más generoso. Jesús, efectivamente, con estas afirmaciones da la vuelta a la mentalidad de su tiempo -muy difusa aún en la actualidad-, y le pide al discípulo no solo que elimine de su comportamiento la venganza, sino incluso que ponga la otra mejilla. Jesús propone a los hombres una nueva manera de vivir que se centra por completo en el amor. Aquel que se deja guiar por el amor derrota el mal con la sobreabundancia del bien. Si alguien ama da el manto a quien se lo pide, está dispuesto a recorrer el doble de kilómetros a quien le pide compañía y no vuelve la espalda a quien le pide ayuda. Con el amor se corta el mal de cuajo y se abre el camino para una vida digna.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.