No a la guerra de Iglesias. Artículo de Andrea Riccardi

Tensas relaciones entre ucranianos y rusos también en cuestiones de fe tras la ley del 20 de agosto. El Papa pide libertad de oración
La medida de Kiev convierte en ilegales «las organizaciones que tengan lazos con países enemigos», pero era innecesario añadir un conflicto más

 

¿Vuelve la guerra de religiones al este europeo? Allí muchas veces se identifica país con religión, y así se «nacionaliza» la religión. Ocurrió en 1946: los soviéticos obligaron a los grecocatólicos ucranianos, unidos a Roma, a «volver» a la Iglesia ortodoxa rusa. Obispos, sacerdotes, monjes y fieles terminaron en los gulags y algunos murieron porque no cedieron. Parecía que habían destruido una gran Iglesia, que celebra el rito bizantino (como los ortodoxos), mayoritaria en Ucrania occidental. Absorberla en la Iglesia rusa servía para fomentar la sovietización. Había que romper el lazo con Roma en plena guerra fría. Un funcionario del KGB dijo a un viejo obispo ucraniano católico: «Sé que mantenéis vuestras supersticiones en secreto, pero ¡no os atreváis a tener relación con Roma!».  En 1990, a pesar de las persecuciones, la Iglesia grecocatólica salió de la clandestinidad y ahora tiene una gran fuerza.
El problema religioso y nacional prendió en Ucrania y se ha agravado por la agresión rusa. Desde hacía tiempo, varias iglesias ortodoxas no se reconocían como parte del patriarcado de Moscú, que desde 1686 gobernaba a los ucranianos por concesión del patriarcado ecuménico de Constantinopla. En 2019, en sintonía con la independencia nacional, el patriarca ecuménico Bartolomé reconoció la autocefalia de la Iglesia ucraniana. Fue la batalla del entonces presidente Poroshenko, que recibió solemnemente la concesión de autocefalia de Bartolomé. Una Iglesia «sin Putin y sin Cirilo»: así es como se presentó esta Iglesia, que congregó también a ortodoxos del patriarcado de Moscú, aunque no llegó a ser la confesión prevalente.
Parece ser que los ortodoxos unidos a Moscú  siguen siendo mayoritarios en Ucrania. Actualmente se denominan Iglesia ortodoxa ucraniana y declaran su autonomía de gobierno y de elección de obispos, pero mantienen un vínculo espiritual con Moscú. Es falta de «independencia espiritual», según el presidente Zelenski: para él Rusia utiliza la Iglesia para suprimir la libertad de los demás pueblos. Se acusa a la Iglesia de colaboracionismo. Unos 70 eclesiásticos ortodoxos no autocéfalos han sido condenados por actividades antiucranianas. Todo ello ha llevado a la aprobación, por parte del Parlamento el 20 de agosto, de una ley que convierte en ilegales las organizaciones que tengan algún vínculo con países enemigos.
¿Pero cómo se puede prohibir una Iglesia que tiene más de 9000 parroquias? ¿Dónde termina la libertad religiosa? Esta medida recuerda, en cierto modo, a un estilo soviético según el cual el Estado gobernaba las Iglesias. El consejo de Iglesias de Ucrania, en el que participan ortodoxos autocéfalos, grecocatólicos y otros, aprobó la ley. También la consideró oportuna el primado grecocatólico, que ve en la Iglesia ucraniana no autocéfala un vestigio de la idea de «mundo ruso» tan apreciado por el patriarca de Moscú, Cirilo. Este, que es un referente para los ortodoxos ucranianos, se identificó plenamente con la guerra contra Ucrania de Rusia, por cuya victoria se reza obligatoriamente en las iglesias de la Federación. Se comprende así la difícil posición de los ortodoxos ucranianos que no quieren romper el vínculo espiritual con Moscú,  y que luchan sobre el terreno contra los rusos.
La ley del 20 de agosto abre una herida en el país. No parece oportuna, no solo desde el punto de vista de la libertad religiosa, sino también por la cohesión nacional, precisamente en tiempos de guerra.
El papa Francisco habló explícitamente: «Me asalta un temor por la libertad de quien reza, porque quien reza de verdad reza siempre por todos». Y luego recordó: «Si alguien hace mal a su pueblo, será culpable de esto...». La Iglesia  católica sabe qué significa la persecución: antes de hablar de Ucrania, el Papa recordó Nicaragua, donde el catolicismo está siendo atacado por el gobierno sandinista. Francisco dijo por último: «que ninguna Iglesia Cristiana sea abolida, directa o indirectamente. ¡Las Iglesias no se tocan!».
No hay que añadir a la guerra entre Rusia y Ucrania otra guerra, la religiosa.

[Andrea Riccardi]
[Traducción de la redacción]