Tuvo lugar ayer por primera vez en Nicosia, en presencia de representantes de las iglesias cristianas, autoridades civiles y embajadores y, sobre todo, de muchos refugiados y solicitantes de asilo, «Morir de esperanza», la oración en recuerdo de los migrantes que han muerto en el mar este año y de todos los desaparecidos en Chipre. Este conmovedor recuerdo cerró las vacaciones solidarias que Sant'Egidio ha organizado durante más de un mes con unos 140 voluntarios de toda Europa, en las que ha abierto un restaurante,y una escuela de la paz en las «Tiendas de la amistad», en el campo de refugiados de Pournara y en las escuelas de italiano e inglés para menores no acompañados en Nicosia, Larnaca y Pafos.
El ministro de Asuntos Exteriores de Chipre, Ioannis Kasoulides, intervino en la oración con un saludo inicial y agradeció a la Comunidad la ayuda prestada a los refugiados, que también es una ayuda para el gobierno en su trabajo de acogida. De hecho, Chipre es el país europeo con el mayor número de migrantes en relación con la población. También recordó que el propio pueblo chipriota es un pueblo de migrantes, por lo que pueden entender los sufrimientos y los problemas de quienes desembarcan en la isla desde Oriente Medio y África.
La celebración fue presidida por monseñor Selim Sfeir, arzobispo maronita de Nicosia, y contó con la participación de delegados de las iglesias ortodoxa, armenia y anglicana.
El recuerdo de los nombres de quienes han perdido la vida durante los viajes fue conmovedor; para cada uno de ellos se depositó una rosa. En el saludo inicial de Sant'Egidio se recordó que «mueren de esperanza, porque la esperanza los lleva a desafiar al destino, incluso arriesgando sus vidas. Mueren por un gran sueño: una vida digna de ese nombre. No podemos ni queremos olvidarlos».