10 años después del terremoto que devastó Port au Prince, la capital de Haití, causando la muerte de más de 300.000 personas, la situación en la isla caribeña aún es muy atormentada.
Haití es el país más pobre de América Latina, con una población que vive con menos de 2 dólares al día. Además, desde el verano pasado, una crisis política paraliza al país, con graves repercusiones en la economía. Se puede palpar desde las calles oscuras porque no hay electricidad, y por el nivel de inseguridad que se percibe en todas partes.
Muchos jóvenes abandonan el país con la esperanza de un futuro mejor. Muchos de estos jóvenes migrantes, "atrapados" en la frontera entre Guatemala y México, fueron recibidos en estos días por las comunidades latinoamericanas, durante su misión a Tapachula.
Las Comunidades de Sant'Egidio de Haití, en Port au Prince, en Hinche (en el centro de la isla) y en Anse-à-veau (en el sur), también están formadas por jóvenes que, mediante su compromiso con otros, encuentran y ofrecen esperanza, especialmente a los niños de las Escuelas de Paz y a los ancianos. Pero también a los que ahora ya son adolescentes, y que en su día fueron acogidos (después de la catástrofe de 2010) en la casa familia sostenida por la Comunidad.
En estos días, con motivo de los 52 años de Sant'Egidio, las Comunidades Haitianas han recibido la visita de una delegación de Roma.
En la reunión en Port au Prince con los representantes de las diferentes ciudades, renovaron su compromiso de vivir, en un momento ciertamente difícil, una nueva “salida” hacia las periferias habitadas sobretodo por ancianos y niños, difundiendo con entusiasmo la esperanza del Evangelio.