JMJ: refugiados sirios, antiguos sintecho y jóvenes de Sant'Egidio llevan la cruz en el Via Crucis con el papa Francisco

Esta tarde en Cracovia, en la primera estación del Via Crucis con el papa Francisco, unos veinte jóvenes de Sant'Egidio de Italia, Argentina, Ucrania y Pakistán, llevarán la cruz junto a algunos refugiados sirios y una pareja de polacos que hasta hace poco vivían en la calle.

 Algunas historias y comentarios suyos, en directo desde la JMJ:

Rana y Maher son cristianos melquitas que huyeron de la guerra de Siria y ahora han sido acogidos en Roma por la Comunidad de Sant’Egidio. En Damasco, donde nacieron y estudiaron, vivían bien. Rana recuerda: "Después de los estudios de economía encontré trabajo en un banco. Hablo bien inglés y mi director me confió responsabilidades". En Roma Rana va a la escuela de lengua y cultura italiana de Sant'Egidio y está aprendiendo rápido nuestra lengua. "Echo en falta mi empleo –confiesa– y me gustaría inscribirme a la universidad, aquí en Italia, para encontrar un buen empleo".
Maher tuvo qu y dejar Siria de la noche a la mañana. "Un día encontré mi tienda quemada, con una pintada en la pared: 'Hoy la tienda, mañana tú'. Entonces lo dejé todo: mi familia, la gente a la que quería, los recuerdos. Me fui a Europa donde conocí a Sant'Egidio. Les doy las gracias de todo corazón porque yo llegué a Italia arriesgando mi vida, pero con ellos, con los corredores humanitarios, están ayudando en estos meses a mis compatriotas. Y nunca dejan de orar por la paz en Siria"".

Dorota y Edek, originarios de Slesia, se conocieron en una sala de espera del aeropuerto de Varsovia. Pero no iban a ninguna parte. Tras una vida de trabajo –Dorota en un comedor, Edek en las minas– ambos habían terminado en la calle. Y en la calle conocieron a los jóvenes de la Comunidad de Sant'Egidio que cada semana, en Varsovia, reparten la cena a la gente de la calle, hablan un rato con ellos y entablan amistad. Hace un año pudieron volver a vivir en una casa, gracias a la solidaridad de sus nuevos amigos. Hoy en Cracovia, Dorota explica: "Parecía un sueño, pero no lo es: tengo realmente una familia y una casa. Porque tengo a Edek, y también a estos jóvenes, con los que esta tarde llevaré la cruz". Y Edek: "Me siento muy bien entre los jóvenes de todo el mundo. Nunca pensé que vería al papa Francisco tan de cerca. Si pudiera decirle algo, le querría dar simplemente las gracias por todas las veces que dice: 'ayuden a quien es pobre, a quien está solo, a quien está enfermo' ".

Giulia estudia medicina en La Sapienza. Nació en Roma y conoció a los universitarios de Sant'Egidio en Facebook y desde entonces ha estado con ellos. Cada semana se encuentran a hacer la oración con ellos y preparan la cena para los sintecho que reparten entre San Lorenzo y Termini. "Me gusta que seamos todos jóvenes –apunta Giulia– y que podamos hacer tantas cosas juntos. He visto muchas situaciones difíciles que han cambiado. Pero llevando la cruz no podré evitar pensar en Antonino y Mimmo, dos amigos que vivían en la calle y que murieron hace pocos meses".