El gran trabajo de paz de la escuela, donde se aprende a convivir

El gran trabajo de paz de la escuela, donde se aprende a convivir

La guerra, que por desgracia ha vuelto desde hace casi dos meses a Europa, desmiente aún más la idea del «fin de la historia» que se había abierto paso tras la caída del sistema soviético en 1989. Sin duda la caída del Muro abrió por primera vez la perspectiva de que existiría una única humanidad. Se podía soñar con un mundo en el que ya no hubiera enemigos, un mundo sin guerras.
La globalización es ciertamente interdependencia, pero precisamente por su carácter abierto, también es una «sociedad global de riesgo», como señaló Ulrich Beck. Es aprender a vivir con el caos, con la imprevisibilidad de la historia. El politólogo estadounidense, Fareed Zakaria, escribió: «El sistema global en el que vivimos es abierto y dinámico, lo que significa que tiene pocos amortiguadores, y esto implica grandes beneficios, pero también vulnerabilidades. Tenemos que adaptarnos a la realidad de una inestabilidad cada vez mayor y hacerlo ahora».
Por otra parte, como bien entendió y explicó Zygmunt Bauman, el nuestro es un tiempo líquido, y las sociedades en las que vivimos están formadas en gran medida por «mónadas», personas solitarias, a menudo autorreferenciales, sin vínculos fuertes,  que temen y al mismo tiempo lamentan anclajes y redes del pasado.
Aquí es donde entra en juego la capacidad de crear vías de resiliencia y consolidación. Y uno de los lugares fundamentales donde estas vías ya están estructuradas y donde se deben implementar otras nuevos es la escuela. Los niños, los adolescentes y los jóvenes muestran una capacidad de «resistencia positiva», una dinámica asociativa natural que conviene respaldar. La actitud hacia la resiliencia en la más tierna edad es un aspecto importante de la pedagogía. Hoy, ante la guerra, y también ante los nuevos desafíos que plantean la globalización y la modernidad líquida, hay que redescubrir con inteligencia esta actitud y promoverla con tenacidad.
De hecho, entre la guerra y la globalización encontramos el verdadero gran desafío: convivir. Las migraciones han cambiado profundamente la fisionomía de las ciudades europeas y no europeas. En poco espacio se concentra una enorme diversidad de culturas, estilos de vida y religiones. La diferencia vive en la puerta de al lado, en el mercado del barrio, en una sala de hospital, en una prisión, en las aulas escolares y en los servicios sociales de la zona.
En las periferias europeas, desde Bruselas hasta Barcelona, desde París hasta Berlín, los inmigrantes y sus hijos viven una difícil situación bajo el peso de olas recurrentes de hostilidad. Es necesario prevenir la violencia. En el mundo actual, aprender a vivir juntos es, cada vez más, el rostro de la paz. Los nacionalismos no han caído en el olvido, el impulso al uso de la fuerza para resolver los problemas internacionales no está bajo control, pequeños choques de civilizaciones aún estallan en nuestros barrios. Por eso, después de tantos años y de profundos cambios sociales y económicos, se debe reforzar la determinación de educar a los jóvenes para una convivencia pacífica.
Las escuelas en Italia y Europa se encuentran ante problemas antiguos y nuevos, pero la necesidad de lugares donde se «enseñe» la paz, si es posible, ha aumentado.
Para limitarnos a la península itálica, el espacio que la legislación más reciente ha querido dar a la educación para la ciudadanía, y su evidente transversalidad, pueden ser una señal importante dirigida a todo el personal docente para que entre los programas y actividades encuentren la manera de educar en la convivencia en la diversidad y en el reconocimiento del otro.
Además, la educación en la paz puede ser un marco de referencia general y complementario, capaz de impregnar todas las materias, de informar los objetivos tanto expresivos como de comportamiento que se definen a nivel colegial. Y puede ser muy útil vincular la educación en la paz llevada a cabo «en el aula» con las iniciativas impulsadas sobre el terreno por actores de todo tipo, tanto institucionales como informales.
Por ejemplo, reforzando esa colaboración entre la escuela y el territorio que ya existe en muchos centros educativos con los Itinerarios para las Competencias y la Orientación Transversales.
Una escuela de paz y para la paz es realmente la mejor manera de orientarse hacia un futuro que se presenta plagado de obstáculos para la convivencia.

[Traducción de la redacción]


[ Marco Impagliazzo ]