Bucha, el trágico fracaso de un mundo enfermo de guerra. Artículo de Andrea Riccardi, en Famiglia Cristiana

Bucha, el trágico fracaso de un mundo enfermo de guerra. Artículo de Andrea Riccardi, en Famiglia Cristiana

Siria, Yemen, Etiopía, Mozambique, Mali, Burkina Faso: en todos los conflictos los soldados se deshumanizan y los civiles lo pagan con su sangre

Bucha, el trágico fracaso de un mundo enfermo de guerra

Siria, Yemen, Etiopía, Mozambique, Malí, Burkina Faso: en todos los conflictos, los soldados se deshumanizan y los civiles lo pagan con su sangre

El asesinato de civiles en Bucha, Irpin y Borodyanka por parte del ejército ruso y la violencia contra la población revelan otro aspecto bárbaro de la guerra en Ucrania. Esto es la guerra, por desgracia. Los soldados se deshumanizan. 

La población paga un precio muy alto en Mariúpol y Karchuk. Muertos por todas partes, ruinas,
bombardeos, instalaciones sanitarias destruidas, niños aterrorizados... Nos preguntamos cuánto durará. El frágil puente de negociaciones de Estambul, en el que tantas esperanzas habíamos depositado, parece que se hace cada vez más inestable. Hay otros dos escenarios posibles: la guerra total que implica, como los rusos han amenazado, el uso de armamento nuclear en el caso de la guerra llegue a territorio ruso (y realmente sería el apocalipsis); o, más probablemente, una lucha interminable en el territorio de Ucrania entre las tropas de Moscú y Kiev. 

Este escenario no es una novedad. Quizás estamos demasiado centrados en la guerra en Ucrania y olvidamos otras situaciones. En Siria, la guerra, en la que rusos y muchos otros países apoyan a Assad, lleva once años abierta. Un 60% de la población sufren hambre. Han muerto 12.000 niños. Una generación crece en medio de la guerra, a menudo sin escuela. Solo un 2% de la población está vacunada contra la covid. Más de 13 millones de personas han huido de Siria o se han desplazado dentro del país. Hay otra Siria fuera del país: 3,7 millones de refugiados en Turquía; 1,5 en el Líbano, que atraviesa una profunda crisis; 1,3 millones en Jordania. En el caso de Siria a no se habla de paz. La comunidad internacional y el propio gobierno de Assad parecen haber aceptado pasivamente una guerra crónica. Mientras tanto, unas dos mil personas mueren cada año a causa del conflicto. 

Nadie gana ni pierde: el pueblo muere y los países se desmoronan. Es lo que ocurre en Siria. Pero también ocurre en el Estado independiente más antiguo de África: Etiopía. La región de Tigré está aislada y en una crisis humanitaria (se han descubierto masacres y operaciones de limpieza étnica), mientras que los eritreos, los afar y los amharas están en constante tensión con los tigrinos. El gobierno de Adís Abeba, contra el que luchan también los oromo, está intentando una ardua reconstrucción nacional. Y Adís Abeba es la sede de la Organización para la Unidad Africana. Además, en África se multiplican los conflictos provocados por guerrillas yihadistas: en el norte de Mozambique (800.000 refugiados), en Mali, en Burkina Faso (donde una monja norteamericana de 84 años fue secuestrada).

Recordar los conflictos «olvidados» (y habría otros, como Yemen, por ejemplo) no significa redimensionar el drama ucraniano, sino mostrar que el mundo está enfermo de guerra. Nos olvidamos del drama afgano que tanto impacto nos causó (y por el que nos implicamos) en el verano de 2021. Necesitamos una visión global. Esta visión debe venir de la comunidad internacional y de la ONU. El mundo necesita una organización que encarne la existencia del bien común mundial, que se sustancia sobre todo en la paz. 

A este respecto, las palabras del papa Francisco sobre la ONU son como una severa advertencia: «En la actual guerra en Ucrania, asistimos a la impotencia de la Organización de las Naciones Unidas». Y añadió: «La lógica dominante es la de las estrategias de los Estados más poderosos para afirmar sus propios intereses extendiendo su área de influencia económica, o influencia ideológica o influencia militar». Sin embargo, este mundo global necesita una institución que concilie la política de los Estados individuales con la realidad del destino común, arraigada en la creciente interconexión entre los países. 

La pandemia lo ha demostrado: todos estamos en el mismo barco.

 

Artículo de  Andrea Riccardi en Famiglia Cristiana del 17/4/2022

[Traducción de la redacción]


[ Andrea Riccardi ]