La solución necesaria

La solución necesaria

Italia vuelve al tablero diplomático

«Presidente, hablemos de  paz» son las primeras palabras que Mario Draghi le dijo a Vladímir Putin en la conversación telefónica que mantuvieron anteayer. Hacía dos meses que no hablaban. A finales de febrero se canceló el viaje del primer ministro italiano a Moscú a causa de la invasión rusa. Entonces muchos lamentaron que Draghi no se hubiera reunido con Putin, a diferencia de los demás grandes líderes europeos. Algunos lo consideraron pasividad. Draghi acostumbra a ceñirse a la realidad: hoy es la dolorosa invasión de Ucrania.
El primer ministro sabe que no es más que una conversación telefónica –larga, eso sí–, pero ya ha empezado a tejer un hilo. Ha declarado: «Creo haber apreciado un cambio, pero soy muy cauto en la interpretación de estas señales porque es una situación en constante evolución». En poco tiempo «es difícil compender».
En la conversación se introdujo la palabra «paz», que parecía prohibida en el lenguaje de las últimas semanas. Paz no es buenismo o filoputinismo. Es y debe seguir siendo el objetivo de fondo: paz para una Ucrania libre y para un nuevo orden en Europa después de esta guerra, el enfrentamiento bélico más grave desde 1945 dentro y fuera de nuestro continente. Franco Venturini, periodista italiano que lamentablemente falleció anteayer, estaba convencido de que «hay un agresor y un agredido», pero escribía: «Rusia, que corre el peligro de perder en Ucrania, no debe ser humillada sino vencida con una paz digna».
Las palabras firmes y sin estériles asperezas de Draghi a Putin demuestran que no necesariamente se busca la guerra cuando se ayuda a Ucrania y se sanciona a Rusia. Italia busca la paz. Y la paz no pasa por malvender Ucrania. Hay que encontrar una solución de paz. No hay que despreciar la mesa negociadora del gobierno de Ankara (la diplomacia turca, en cualquier momento y también en el presente, es una gran diplomacia) porque actualmente el diálogo entre las partes es la única vía posible. Es duro negociar mientras en Ucrania la gente muere.
Pero una negociación no se hace en unos días. Así es la guerra. Sigue habiendo dudas sobre la voluntad de negociar. Veremos cuál es con el "alto el fuego" que Draghi le ha pedido a Putin "cuanto antes". Veremos cuál es también en la medida que los líderes del mundo rebajen el tono.
Parece interesante el comentario del primer ministro italiano de hace unos días a las palabras del papa Francisco sobre el aumento del gasto militar y sobre la guerra, que parecía crítico también con Italia. Alguien consideró las palabras de Draghi como la expresión de un respeto puntual, pero tienen un fondo: «Estamos buscando la paz, yo la busco de verdad... también hablaré con Putin. No estamos en guerra porque seguimos un destino bélico; queremos la paz».
Es excesivo afirmar que se está perfilando un posible papel de Italia como garante de Ucrania en un eventual acuerdo. Sin embargo, durante la guerra fría Italia, manteniendo plenamente la fidelidad atlántica, desempeñó un importante papel entre el Este y Occidente. Cabe recordar no solo la diplomacia informal de La Pria, sino también el viaje del presidente Gronchi, democristiano, a Moscú en 1960. Fue el primer jefe de Estado occidental que visitó la URSS. Ambos, huelga decirlo, fueron acusados de ser «comunistas de sacristía». Y el tic del desprecio belicista hoy, mutatis mutandi, tiende a repetirse.
Francia y Alemania han hecho su aportación a la política europea; Italia tiene el deber de hacerlo siguiendo su idiosincrasia, que no es desentenderse ni pereza. Por otra parte, no hay que olvidar que la dramática incógnita del uso de armamento nuclear es el telón de fondo de esta guerra: «resucitan espectros del pasado», ha declarado el general Graziano, persona que sabe de qué habla y que tiene la cabeza en su sitio. Debemos esperar que no sean más que espectros, pero aun así, existen.
Hoy la realidad principal es el gran sufrimiento de los ucranianos. Quien escribe ha conocido a muchos refugiados en la frontera de Ucrania. Son sobre todo mujeres que llevan consigo a niños y a ancianos. Impacta su gran dignidad. Muchas no quieren irse lejos porque esperan volver a su país cuanto antes. Un viejo campesino ucraniano dijo con dolor y estupor: «¿Qué les he hecho yo a los rusos? Yo siempre me he ocupado del campo y del ganado». La guerra siempre es insensata. Esta en especial.

[Traducción de la redacción]
 


[ Andrea Riccardi ]