La decisión de Katia: quedarse en Kiev

La decisión de Katia: quedarse en Kiev

La ejemplar historia de una voluntaria de Sant'Egidio

«Decidí quedarme en Kiev porque soy enfermera y siento que mi deber es ayudar a los necesitados. Nací aquí, y aquí me he quedado con mi familia a pesar de la guerra. La capital es más segura que muchas otras ciudades de Ucrania. No nos iremos». Así es como Katia, de 21 años, estudiante de último año de medicina, enfermera del Hospital Infantil Oxkhmatdyt de Kiev, se ofrece como voluntaria a la Comunidad de SanEgidio. Trabajo y familia, unidos por la valentía.
La realidad se mezcla con los valores y acaba borrando el miedo. Es más fuerte que las bombas. Pero Katia tiene miedo todos los días porque sigue ayudando a los necesitados: «Tenemos una lista de cuatrocientas personas entre ancianos y personas sin hogar —revela Katia a nuestro periódico—, hay quienes no quieren salir de sus hogares, los que tienen demasiado miedo, los afectados por discapacidades. También hay quienes nunca han tenido un hogar. Los pobres: ya estaban antes, también están ahora. Algunas personas no pueden salir de casa. Por lo tanto, nos movemos por ellos. Compramos alimentos y se los llevamos, los escuchamos, miramos qué necesitan, entregamos ayuda humanitaria. Algunos jóvenes se ofrecen a ayudar con su coche y, de forma gratuita, nos llevan de un lado a otro de la ciudad por calles seguras».
Al principio, Katia temía que su país fuera abandonado por la comunidad internacional. «En cambio, está sucediendo lo contrario», reitera Katia, «en el hospital ayudamos a madres y niños a prepararse para el viaje hacia el oeste. Quedan muy pocos niños en Kiev. Muchos están atrapados en lugares como Irpin, porque no pueden ser evacuados debido a posibles bombardeos».
Quienes viven en Kiev soportan otra idea horrible: tener a una persona que sufre a pocos kilómetros de distancia, pero no poderla ayudar. «No llega nadie de las ciudades más devastadas de Ucrania, subraya la joven enfermera, ni siquiera en la capital. En el hospital, tenemos todo lo que hace falta para ayudarlos. Pero no se pueden mover. En Mariúpol, la situación es trágica».
Pero aunque el miedo persiste, también hay muchas maneras de hacerle frente: «rezando —dice Katia—, incluso aquellos que nunca lo han hecho antes lo hacen hoy. También no mirando jamás al futuro. Yo pienso solo en el presente. Porque sé que la situación puede cambiar cada día. Eso no significa que haya dejado de soñar. Ahora solo soy enfermera, y ahora es importante hacer mi aportación incluso con pequeños detalles. Pero en el futuro, seré médico. Pediatra, para ser exactos».

[Traducción de la redacción]


[ Guglielmo Gallone ]