África sufre por la guerra de Ucrania: en Malaui y en Mozambique aumenta la pobreza. Artículo de Andrea Riccardi

África sufre por la guerra de Ucrania: en Malaui y en Mozambique aumenta la pobreza.

La guerra de Ucrania está lejos de África, donde estuve recientemente: Malaui (18 millones de habitantes, con un 90% de la población en zonas rurales, uno de los países africanos más densamente poblados), Mozambique (31 millones de habitantes, la mitad en pobreza extrema, en un 85% campesinos). La guerra europea ya está haciendo sentir allí sus consecuencias. El aumento del precio del combustible provoca huelgas en Mozambique. Todos constatan el aumento de los precios. Los bocadillos son más pequeños. En algunas zonas de Malaui y Mozambique existe el riesgo de padecer hambre, especialmente para los más pobres, los ancianos. Grande es la pobreza de los ancianos, como en gran parte de África, sin un sistema de seguridad social. El anciano depende por completo de la familia, si es que tiene. 

Malaui, toda agrícola, mira al futuro con miedo. En 2012, hubo una hambruna que causó 3000 muertes y mucho sufrimiento. En el mundo global, todos estamos relacionados y las consecuencias de la guerra de Ucrania se sienten a distancia. La pandemia de covid-19 ya ha afectado a la economía de la calle, una fuente de vida para mucha gente en estos países. Maputo, la capital de Mozambique, que he visitado muchas veces (desde que se vio afectada por el hambre en 1984), está en constante crecimiento, con nuevos edificios, tráfico intenso y nuevas empresas. La economía se está desarrollando, pero el bienestar está en pocas manos. 

La paz entre el FRELIMO (entonces el único partido en el poder, que había impulsado la guerra de liberación contra el colonialismo portugués) y la guerrilla de la RENAMO se firmó hace 30 años, el 4 de octubre de 1992, tras largas negociaciones en Sant'Egidio. Matteo Zuppi y yo fuimos mediadores. Durante muchos años, el país ha estado en paz. Hoy, en el norte, además de una gran riqueza natural, lamentablemente ha aparecido una guerrilla islamista, que el Gobierno no logra derrotar. Aterroriza a la población con violencia y masacres. Casi 900.000 mozambiqueños han abandonado sus hogares y se están agolpando desesperados en Pemba y en otros lugares, sin campos propiamente dichos, con poca ayuda. Tanto dolor parece estar lejos de la frenética Maputo. Pero también aquello es Mozambique. Beira, una ciudad en la que Portugal dejó huella urbanística, se encuentra en el océano Índico.

El gran desafío es el aumento del nivel del mar. En 2019, un intenso ciclón tropical, Idai, azotó la ciudad y causó estragos. Visito algunas casas para ancianos reconstruidas con una iniciativa solidaria. Una de ellas, Helena, me dice: «Me siento una persona porque tengo un techo». Me impresiona que haya acogido en su pequeña casa, de la que se siente orgullosa, a 5 hijos, a sus nietos y a otros. ¿Cómo van a comer? Nadie es tan pobre como para no poder ayudar a un pobre... Me encuentro con enfermos de sida que siguen tratamiento en los centros Dream de Mozambique y Malaui: la gran victoria, hace 20 años, fue introducir el mismo tratamiento que había en Europa, mientras que las organizaciones internacionales afirmaban que en África no era posible debido a la incapacidad africana de seguir el tratamiento. Era una política vergonzosa que sancionaba la desigualdad con el norte del mundo. Para los africanos, se decía, la prevención era suficiente y, por lo tanto, los enfermos, sin tratamiento, se enfrentaban a una sentencia de muerte. En Mozambique y en Malaui, la vida late. Hay muchos niños y jóvenes y quieren vivir y mejorar. En Beira, voy a la tumba (una pequeña cruz en el suelo y ya está) del obispo Jaime Gonçalves, mediador de paz en Roma. Fue el primero que soñó la paz. El mundo necesita paz. Y África aún necesita sueños. 

Andrea Riccardi

[Traducción de la redacción]