Nadie puede bendecir la violencia

Artículo de Andrea Riccardi

Nadie puede bendecir la violencia

Ninguna razón nacionalista podrá jamás prevalecer sobre la necesidad de abolir los conflictos, como repite el Papa

¿Es el conflicto en Ucrania una guerra santa? Algunos discursos del patriarca ortodoxo ruso Kiril así parecen afirmarlo. En su historia, la Iglesia rusa a menudo se ha identificado con el país en guerra. Sucedió con la agresión alemana contra la Unión Soviética en 1941. El metropolita Sergio (el patriarcado había estado vacante desde 1925 y la Iglesia, sometida a una durísima persecución comunista) declaró en la iglesia de la Epifanía de Moscú, una de las cuatro que aún estaban abiertas en la capital: «La Iglesia de Cristo bendice a todos los cristianos ortodoxos para que defiendan las fronteras sagradas de nuestra patria». Añadió: «Con la ayuda de Dios, una vez más, reducirá a polvo a la fuerza enemiga fascista». 

Hoy la situación es diferente. La Iglesia es fuerte en Rusia. El gran problema, sin embargo, es que un tercio de sus fieles viven en la Ucrania invadida por Rusia. De hecho, el metropolitano Onufri, líder de la Iglesia ucraniana de obediencia moscovita, generalmente considerado poco proclive al nacionalismo ucraniano, pidió a Putin que pusiera fin a la «guerra fratricida»: esta guerra -declaró- «es una repetición del pecado de Caín, que mató a su propio hermano por envidia. Una guerra así no puede justificarla ni Dios ni el pueblo». 

Varios obispos ortodoxos rusos de Ucrania ya no conmemoran a Kiril en la liturgia, como debe hacer todo obispo para manifestar la comunión con el Patriarca. Algunos obispos rusos del extranjero, de París o Lituania, han rechazado el argumento de Kiril de que la guerra es un «enfrentamiento metafísico». Un llamamiento de 270 eclesiásticos de Rusia revela un malestar entre el clero ruso, pero quizás sea una pequeña minoría.

El papa Francisco mantuvo una videoconferencia con Kiril y se reunirá con él pronto (la reunión ya se había decidido antes de la guerra). El Papa siempre se ha expresado con claridad: «¡Solo la paz es santa y no la guerra!» , dijo con fuerza en la reunión interreligiosa de Asís en 2016. Durante el conflicto, Francisco ha insistido repetidamente en que la guerra no solo es inútil (los conflictos se pueden resolver en el diálogo), sino que siempre es injusta, de hecho es una «locura». 

Su posicionamiento ha sido criticado, por ejemplo, en Polonia. Recientemente, el arzobispo principal de los grecocatólicos ucranianos, Shevchuk, pidió al Papa que renunciara a una estación del Vía Crucis donde dos mujeres, una ucraniana y otra rusa, llevaban la cruz juntas y hablaban de reconciliación. Esto muestra el escenario de tensión eclesial en el que se produce el mensaje del Papa. 

Francisco no está atado a avatares políticos. El drama ucraniano confirma la experiencia de humanidad de la Iglesia que proclama la Fratelli Tutti: «Toda guerra deja al mundo peor que como lo había encontrado. La guerra es un fracaso de la política y de la humanidad, una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal». Ni guerra justa ni guerra santa. ¡Otra cosa! 

El Papa llega a una propuesta que parece utópica: «La humanidad debe comprender que ha llegado el momento de abolir la guerra, de cancelarla de la historia del hombre antes de que sea ella quien cancele al hombre de la historia». Ya en 1937, el padre Luigi Sturzo expresaba esta esperanza: la humanidad ha abolido la esclavitud, que parecía necesaria para la economía, ¿no puede hacer lo mismo con la guerra? Hoy no es un deseo sino una necesidad, porque -como dice Francisco- si la guerra no se cancela, será esta la que cancele a la humanidad. 

 

Artículo de  Andrea Riccardi en Famiglia Cristiana del 24/4/2022

[Traducción de la redacción]