Alimentos, medicamentos, paz: frentes de Sant’Egidio en África

Artículo de Corriere della Sera con entrevistas a Marco Impagliazzo y Mario Giro

Hay gente que, a pesar del covid y de los mil problemas que comporta para desplazarse por el mundo, sigue luchando por la paz en territorios ajenos a la atención mediática internacional. La Comunidad de Sant’Egidio actúa en África en este tiempo sobre todo en tres frentes: la República Centroafricana, Sudán del Sur y el norte de Mozambique, país en el que la Comunidad logró sellar el histórico acuerdo de paz en octubre de 1992 tras 17 años de guerra civil.

El 1 de enero de 2022 la Comunidad se congregó en la plaza de San Pedro para celebrar la 55 Jornada Mundial de la Paz y recordar a «todas las tierras del norte y del sur del mundo que esperan el fin de la guerra y del terrorismo» y el papa Francisco en el ángelus los saludó («son buenos, estos de Sant'Egidio, son buenos... gracias por lo que hacéis»). Explica Marco Impagliazzo, presidente de la Comunidad: «Ya al inicio de la pandemia vimos que era aún más urgente trabajar por la paz en África, además que por las vacunas. Porque había el peligro de que la covid-19 hiciera olvidar al mundo un contagio más grave, el de todas las guerras aún abiertas. Una "pandemia de conflictos" que nos llamaba a frenarla multiplicando el trabajo que empezamos hace muchos años con Mozambique y que ha ido creciendo con el tiempo».

Un trabajo que requiere un método, como explica Mario Giro, miembro de la Comunidad implicado desde hace años en África, autor del reciente libro «Guerre nere» (Guerini e associati) y ex subsecretario y viceministro de Exteriores entre mayo de 2013 y junio de 2018: «Creemos que hay que resolver las guerras, sobre todo las que están lejos de los horizontes de la información, las más peligrosas no solo por las áreas que afectan sino, en general, por los equilibrios internacionales. Se trata de guerras a menudo interminables, que en ocasiones mantienen rescoldos bajo las cenizas durante años y de repente explotan, provocando transmigraciones masivas e inmensos problemas sanitarios, económicos y también de seguridad». Porque, como afirma Giro, a menudo hay vacíos que se llenan con protestas que se transforman en subversión. Como en el norte de Mozambique: «Una área abandonada desde hace quince años, que ha quedado en manos de empresas occidentales que explotan los yacimientos del territorio. El vacío de la política y de la ley deja a la población a merced de tráficos ilegales y de una rebelión que ha encontrado en el yihadismo un mecanismo para reaccionar. Ya hay ochocientos mil desplazados. Nosotros intervenimos con ayuda humanitaria, con productos alimentarios, con medicamentos, con ayuda para construir casas con materiales locales y dialogamos con los imanes locales para sostener la estructura social, ya que el islam de base se ha visto arrollado por el "producto" político-religioso del yihadismo, extraño a la tradición local».

En cuanto a la República Centroafricana, a finales de septiembre de 2021 los principales interlocutores político-religiosos suscribieron en Roma, por invitación de la Comunidad, una «Declaración de Roma» con un solemne llamamiento a deponer las armas y a llegar a un alto el fuego definitivo. Explica Giro: «También en aquella área, a pesar de la pandemia, seguimos repartiendo alimentos y medicamentos, incluidas ahora las vacunas. Con el mismo espíritu, y la misma determinación, actuamos en Sudán del Sur, que ha hecho frente a dos largas guerras civiles».

La otra Declaración de Roma, suscrita también gracias a la Comunidad, se remonta a enero de 2020. En aquella, Gobierno y movimientos de oposición se comprometieron a respetar el cese de las hostilidades. Pero la situación sigue siendo compleja. Concluye Giro: «Nosotros seguimos estando allí porque las guerras no se resuelven solas. La paz requiere un trabajo largo y, sobre todo, constante». 

[Paolo Conti]

[Traducción de la redacción]